"LA CRÍTICA LITERARIA EN LOS NOVENTA: A veces faltona, a veces ingeniosa". Entrevista a M. Alcázar en "El Confidencial"

27.03.2024

"LA CRÍTICA LITERARIA EN LOS NOVENTA: A veces faltona, a veces ingeniosa". Entrevista a M. Alcázar en "El Confidencial"

Publicado en EL CONFIDENCIAL: Entrevista a Miguel Alcázar

La crítica literaria de los 90 iba bien fuerte

 

"Las cosas que hace 30 años eran aceptables ya no lo son": Miguel Alcázar recopila los especímenes más extraños de la crítica literaria de los irrepetibles años noventa

 

Héctor García Barnés | 27/03/2024 

Creo firmemente que la honestidad debe ser el valor fundamental que un crítico literario ha de traer con sus palabras a la página impresa […] Bien, terminemos cuando antes: mira que este es corto, pero es que ni siquiera me lo he empezado a leer(Francisco Aldeanueva de Suplemento Siglo XX, sobre Seda de Alessandro Baricco). Esta crítica sacada del ficcionado Suplemento Siglo XX solo habría sido posible en los salvajes años noventa. Lo sabe el filólogo Miguel Alcázar (Albacete, 1987), que cuando hace unos años abrió en Twitter la cuenta La crítica literaria en los años 90 no se esperaba la mezcla de incredulidad y admiración que iba a generar. Alcázar acaba de editar en La Uña Rota La crítica literaria en los noventa (el libro), una recopilación de reseñas salidas de un tiempo más salvaje, más libre, al mismo tiempo más inocente y más cínico. Como advierten los editores, con los nombres de críticos y publicaciones modificados “para evitar posibles acciones legales contra el autor y la editorial”. ¿Por qué parece que los hoy reivindicados noventa son los únicos años en los que esta clase de crítica fue posible? “Yo creo que se dieron varias circunstancias en España: un relevo generacional de narradores jóvenes a los que las editoriales estaban prestando atención por primera vez: José Ángel Mañas, Ray Loriga, Lucía Etxebarría”, valora Alcázar. “La literatura se vuelve joven, da la impresión de que cualquiera podía escribir y se le presta mucha atención a nuevos autores”. La segunda razón es que se trata de los últimos estertores de un ecosistema muy particular en el que la crítica aún era importante y sabía que iba a ser leída e, incluso, a tener cierta influencia. “Aún tenemos la que quizá sea la última época en la que la crítica tenía un peso y en la que los críticos literarios eran verdaderos tótems culturales y prescriptores muy potentes, que ahora se ha perdido conforme llegaba la democratización de la crítica en internet”, valora Alcázar. “Unos pocos críticos sonaban a todo el mundo y eran verdaderos referentes culturales que se podían permitir ciertos estilos y ciertas formas que ahora serían impensables”. 

"Con ese ritmo, a ver si es que Jordi, Sierra y Fabra son tres escritores y no uno"

Vino mi padre a Alcoy y, en mi casa, cogió esta novela que yo había conseguido que me enviasen los de Tusquets. […] Yo no pude evitar reírme, y él me preguntó por qué […] ‘Porque ahora eres tú el viejo que lee El viejo que leía novelas de amor’, le contesté […] Se empezó a reír él también, muy fuerte, y a su vez me preguntó: ‘¿Sabes de qué me estoy riendo yo ahora?’. Negué con la cabeza. ‘De cómo, siendo hijo mío, has podido salir tan subnormal’. (Luis Fortuny, Revista Alcoyana de Literatura, sobre El viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda) Por eso hay tantas críticas donde el crítico podía hablar de su vida, inventarse anécdotas o directamente narrar “patochadas o barbaridades” como este comentario que bien podría ser un chiste de Eugenio. En este caso era un crítico que escribía en un medio muy amateur, por lo que se podía permitir estas cosas”, explica Alcázar. “No creo que pasara de verdad, pero me parece de las más graciosas del libro”.“Solo en este año, el escritor lleva publicados cinco libros (dos para adultos, una biografía de los Beatles, dos de juvenil). No quiero ser malpensada, pero a ver si es que tal cantidad de libros se está produciendo desde la editorial a varias manos, y Jordi, Sierra y Fabra son, en efecto, ustedes ya me entienden, tres escritores y no un único señor(Adela Losantos Saavedra, de Fundación Lectura Infantil, sobre Nunca seremos estrellas del rock de Jordi Sierra i Fabra) El tercer factor para Alcázar es la incorrección política: ¿se podría publicar hoy esta nada velada acusación de ghost writing al prolífico Jordi Sierra i Fabra? “A partir del cambio de siglo se implanta lo políticamente incorrecto y ese cambio generacional por el que determinadas cosas que antes eran tolerables ya no lo son”, explica Alcázar. “Todos tenemos en la cabeza los noventa como una época más políticamente incorrecta, pero también más honesta y clara, tanto en la literatura de la época como en las críticas mismas”, añade. “Se nota una transgresión y un afán que es mucho más atractivo, o por lo menos, más divertido. Hoy todo está más medido, más cuidado, tenemos más miedo con lo que publicamos. Con las redes sociales estamos más expuestos”. Preciosa historia de amor entre una mujer casada y un fotógrafo de la National Geographic […] Yo una vez tuve una aventura similar, pero supongo que la mía no da para bestseller mundial […] Para empezar, él no era fotógrafo sino ganadero (tenía vacas, toretes, animales así) y tampoco nos liamos en el bonito condado de Madison, en los exóticos EEUU […] Fue en el pueblo de mis padres, Guarromán, en la provincia andaluza de Jaén. (Amalia Pelárez Curto en Revista Índole sobre Los puentes de Madison County de Robert James Waller) 

"Yo soy la única persona en toda España que, junto al autor, comprende sus obras" 

A Alcázar le interesan los años noventa, como a tantos, por una cuestión de nostalgia. El filólogo vive en Glasgow, tiene dos hijos y apenas puede viajar a España, así que la crítica es su magdalena proustiana. “Hay una nostalgia de esa época, no sé si porque toda esa generación estamos llegando a los cuarenta, pero parece que los noventa tienen cada vez más presencia en nuestras vidas”, explica. “Me puse a leer mucha literatura de la época, y de ahí, a la crítica literaria, como una especie de homenaje a esa literatura y a esa época”. Ya son muchos los libros publicados por Vila-Matas como para poder afirmar esto con rotundidad: yo soy la única persona en toda España -que no en Europa- que, junto al autor, comprende sus obras” (Gabriel Dabrowski en Revista Fábula sobre Hijos sin hijos de Enrique Vila-Matas) Los noventa son también la época del engreimiento crítico, capaz de ponerse por encima (o, al menos, a la misma altura) que lo criticado, como en el caso de este especialista en Vila-Matas. “Creo que era un crítico argentino de una revista que siempre ha tenido críticos un poco bohemios”, explica Alcázar. “En el libro también se refleja la lucha constante de lo comercial que aparece a partir de los años ochenta, con Antonio Muñoz Molina y otros autores, y una literatura más experimental como Vila-Matas: ese engreimiento de críticos de revistas menos mainstream y más literarias se sigue dando”.

Pasó una cosa curiosa con este libro el otro día […] Mi esposa se lo compró al nuevo comercial de Círculo de Lectores, un chico muy apañado que viene a vendernos los libros hasta nuestro portal […] Ella dice que se pensaba que era la adaptación de la cancioncita religiosa en formato cuento, para contárselo a los críos durante estos días de Navidad […] Bien, ahora escribo esta reseña con los niños despiertos y no en su cama sino en el sofá, muertos de miedo por el suspense de la trama, acojonados porque un asesino se pueda presentar de repente en nuestro hogar”. (Eduardo Soriano de La Gaceta sobre Noche de paz de Mary Higgings Clark) La crítica de los años noventa es también antiacadémica, al menos según el academicismo actual. Contar una anécdota sobre tu mujer y el comercial del desaparecido Círculo de Lectores es inconcebible según los cánones actuales: “¿Cuánto hay de verdad y cuánto hay de mentira?”, se pregunta Alcázar. “No lo sé, pero esto se publicó”. No hay ninguna crítica de cine en el libro, pero es inevitable que el nombre de Carlos Boyero salga en la conversación. “Boyero ha quedado como el último ejemplar de una especie en extinción, se le echan muchos encima y lo critican, pero sigue generando polémica e interés, mientras que otros que no son críticos de la sensibilidad, que para mí es lo que hace Boyero (esto me ha gustado, esto no), no tienen tanto poder”, explica Alcázar. 

"Roberto, veo que ahora publicas en Barral y que los periódicos te sacan reseñas" 

Los mejores músicos de la historia del jazz se parecen mucho a mis compañeros de profesión: son gente apocada, intratable, drogadicta y pendenciera, pero cuyo trabajo ayuda a introducir notas de brillantez en nuestro día a día, a hacer de nuestro navegar por el mundo una experiencia algo mejor” (Gisela Caubert Güell de La Hora de Cataluña sobre Gigantes del jazz de Juan Claudio Cifuentes).

En la increíble crítica de los años noventa, como en la de tantos siglos previos, nadie guarda recato a la hora de hablar de alcohol, drogas y otras depravaciones. “Algo está cambiando porque el alcohol ha estado siempre asociado a los escritores”, valora el autor. “Pero ahora ya no se habla de eso y menos públicamente: presumimos de ser muy sanos”. En los noventa había “drogas, tabaco y alcohol por doquier, casi como si fuese un requerimiento”. Álcázar recuerda las fotografías de autor de escritores como Loriga, Javier Marías o incluso Juan Manuel de Prada, que salían siempre fumando, a cuento de nada. Tiempos de macarrismo. “Todos los autores del siglo XX han salido con un cigarrillo entre las manos, como Hemingway

Roberto, veo que ahora publicas en Seix Barral y que los periódicos te sacan reseñas […] Yo que te conocí cuando estabas desesperado, cuando nadie hacía caso de tus manuscritos, cuando malgastabas tu talento participando en premios literarios de provincias que te daban el poquito dinero con el que tirabas para adelante […] Ahora no te olvides de nosotros: sigamos los chicos viéndonos de vez en cuando para tomar unas cervezas por el Raval”. (Gabriel Dabrowski, Revista Fábula, sobre La literatura nazi en América de Roberto Bolaño) Después de erigirse en el gran conocedor de la obra de Vila-Matas, contraataca Dabrowski, esta vez, tuteando a Bolaño. Una familiaridad explícita que hoy se intentaría ocultar. “Es el mismo de antes, porque eran amigos”, explica Alcázar. “Bolaño antes de despuntar lo pasó muy mal, llevaba una vida muy bohemia participando en todos los concursos de cuentos de provincias que podía haber en España”. Bonus: “Resulta difícil sobreponerse al estupor que suscita la lectura de esta novela. Cuesta creer que, a estas alturas, se pueda escribir así. Cuesta aceptar que, quien lo hace, pase por ser, para muchos, mascarón de proa de la literatura de toda una comunidad, la del País Vasco, cuya situación tan conflictiva reclama, por quien se ocupa de ella, el máximo rigor y la máxima entereza” (Ignacio Echevarría en Babelia sobre El hijo del acordeonista de Bernardo Atxaga) 

"La crítica hoy puede ser mejor, pero seguro que es más aburrida" 

Esta primera edición del libro se cierra con una referencia a la crítica que Ignacio Echevarría publicó en el suplemento Babelia de El País sobre la entonces última novela de Atxaga y que llevó al final de su colaboración con el medio. Una mala crítica podía dañar la carrera comercial de una novela y por lo tanto, de quién firmase (o no) el texto podían depender unos cuantos cientos de miles de pesetas. El filólogo tiene claro que nadie escribirá un La crítica literaria en los dosmilveinte. O de hacerlo, será “políticamente correcta, una crítica técnica, una crítica que nunca alardaría de defectos, como el egocentrismo, que antes era algo casi bien visto, como Umbral, que presumía que le importaba solo él. Hoy no admitimos nuestros defectos. Daría para una crítica quizá mejor, pero seguro que más aburrida”.

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