"Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado" recoge historias de mujeres que sufrieron el sitio de Leningrado por el Ejército alemán

30.11.2014

"Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado" recoge historias de mujeres que sufrieron el sitio de Leningrado por el Ejército alemán

Publicado en El Correo

Reseña Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado en El Correo y otro medios del grupo Vocento por César Coca

"En la primavera de 1942, nuestra salvación fueron la hierba, el pegamento y las correas de cuero (...) Ya no quedaban perros en la ciudad: nos los habíamos comido todos". Vera Vladímirovna Miliútina, diseñadora y actriz de teatro, dejó escritos sus recuerdos del sitio de Leningrado, uno de los episodios más atroces de un siglo que no fue precisamente escaso en ellos. A lo largo de los dos años y medio que duró el cerco alemán,murieron más de un millón de personas. Muy pocas perecieron víctimas de los bombardeos. El hambre y el frío se llevaron por delante a casi la mitad de la población que la actual San Petersburgo tenía al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Durante ese tiempo, con los hombres en el frente o en el gulag –las purgas de Stalin se cebaron con la antigua capital de los zares–, las mujeres se convirtieron en la principal mano de obra en oficinas, hospitales y fábricas. También fueron las protagonistas principales de la resistencia ante el invasor. Y lo contaron. 'Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado', de Cynthia Simmons y Nina Perlina (Ed. La Uña Rota), recopila treinta de esos testimonios, procedentes de diarios, artículos, entrevistas personales y cartas. En esos textos se narra el horror en primera persona.

Está, en primer lugar, el hambre. El mismo día que se inició el sitio, la aviación alemana bombardeó el almacén Badáiev, el principal depósito de alimentos de la ciudad. La comida escaseó de inmediato y los cupos del racionamiento fueron cada vez menores. En el momento de mayor escasez, finales de noviembre de 1941, buena parte de la población recibía solo 125 gramos de pan diarios. Un pan "moreno, de color verdoso, cuya mitad era serrín", cuenta Vera S. Kostrovítskaia, bailarina del Kirov y sobrina del escritor francés Guillaume Apollinaire. La dieta de la mayor parte de los habitantes de la ciudad se completaba con una sopa de hojas de berza.

Medicamentos congelados

Ese primer invierno del sitio fue uno de los más terribles que se recuerdan. La temperatura alcanzó con frecuencia los 40º bajo cero. No había agua corriente porque las tuberías se congelaron y pronto se acabó el combustible para la calefacción. "Nos acostábamos con el abrigo puesto, envueltas en pañoletas y todo lo que teníamos. Pero, ¿qué más podíamos hacer cuando te levantabas y el agua que habías dejado en un vaso estaba helada?", se pregunta Valentina Busjúieva, hija de un represaliado. En los hospitales, cuenta la cirujana Valentina Gorójova, "los medicamentos se congelaban". "Los pacientes se juntaban de dos en dos en las camas para darse calor (...) El personal y los médicos trabajaban con el abrigo, las botas y el sombrero puestos". Médicos y enfermeras apenas podían hacer nada por los enfermos, y menos que nada curarlos de la terrible enfermedad del hambre. Natalia Strogánova, que entonces era apenas una niña, no ha olvidado que una de sus tías agonizó en medio de largas alucinaciones en las que se veía rodeada de manjares. "¡Vino, vino, carne!", gritaba la mujer, víctima de la inanición.

Solo los militares y los artistas -el día de algún concierto o inauguración de una exposición, la vida cultural continuó en la ciudad durante todo el sitio- tenían derecho a raciones más consistentes. El estreno de la Sinfonía Nº 7 de Shostakovich ('Leningrado') fue posible porque se reclutó a músicos con la promesa de que les darían de comer tras los ensayos. Ksenia Matus, oboísta de la Filarmónica, recuerda que tuvo que llevar su instrumento a reparar porque el frío había afectado a las válvulas. Cuando preguntó al mecánico qué le debía, este le dijo con toda claridad que no quería dinero porque no le servía de nada. "Traeme un gatito", pidió. No lo quería como mascota. Era para comérselo.

Hubo dos grupos de personas que no pasaron hambre en aquella ciudad diezmada. El primero estaba formada por los dirigentes del PCUS. "A lo largo de este terrible período, esta mujer, oficial y miembro del partido, aparecía casi diariamente con vestidos caros, zapatos y sombreros nuevos. Durante el invierno, se presentó con cuatro abrigos de piel nuevos e incontables piezas de joyería cara. Había conseguido todo eso cambiándolo por comida (...) Por cierto, está casada con el jefe de provisiones que abastece a todo el frente de Leningrado". El testimonio de Vera Kostrovístkaia no necesita más explicación.

El segundo grupo de privilegiados -que, en muchos casos, coincidía con el primero- era el de quienes trabajaban en los hornos de panadería o los comedores infantiles. Lo contaba la ilustradora de libros Anna Ostroúmova-Lébedeva, quien habla incluso de casos de obesidad entre los empleados de esos centros. !En las panificadoras y las cooperativas engañan a los pobres ciudadanos: se reparten entre ellos los mejores alimentos (...) En los comedores y centros para niños, directamente roban (...) Todo se pierde en el 'aparato'". Ancianos, personas dependendientes y todos aquellos que no trabajaban en las industrias consideradas básicas eran "bocas de más". Por eso, sus raciones eran condenas a muerte aplazadas. Nadie podía sobrevivir con tan poco alimento, sobre todo en los crudos e interminables inviernos de la ciudad.

Cadáveres en las aceras

Los trabajadores de la industria armamentista eran imprescindibles y sus raciones eran mayores: 375 gramos de pan en los peores momentos. Muy poco, dado que se prolongaron las jornadas de trabajo. Hubo un momento en que apenas se veían por la calle varones de entre 18 y 55 años. En cambio, el espectáculo de los cadáveres tirados en el suelo no se interrumpió durante todo el sitio, en especial en los inviernos. En esos meses, "los cadáveres yacían en las aceras envueltos en sábanas, atados por las piernas y el cuello con cordel. Así era como las familias los enterraban", relata Natalia Strogánova. Aún más cruda en su relato es Sofia Nikoláievna Buriakova, ama de casa: "Frente a la iglesia se había erigido un tendal, que estaba casi lleno hasta los topes de cuerpos. Desde allí, los enterradores los transportaban en camillas a la fosa común, pisoteando los cadáveres depositados con anterioridad".

La población no se renovaba. Durante muchos meses, las maternidades estuvieron paralizadas. Sencillamente, apenas nacían niños. Y los que venían al mundo presentaban signos evidentes de raquitismo a causa del hambre padecida por sus madres. La doctora Yulia Arónovna Méndeleva había hecho un importante estudio sobre el desarrollo de los neonatos en 1938. Cuatro años más tarde, en pleno sitio, hizo un segundo informe: los bebés medían al nacer dos centímetros menos y su peso se había reducido en más de 600 gramos. Además, el número de nacidos muertos se disparó. Solo al final del asedio, cuando las mujeres embarazadas tuvieron mayores raciones, descendió la mortalidad perinatal y los bebés recuperaron peso y centímetros.

El 12 de septiembre de 1941, cuando el sitio solo llevaba cuatro días, Liubov Vasílevna Shapórina, organizadora del teatro de marionetas de la ciudad y testigo excepcional de la Gran Purga, escribió en su diario: "Durante veintitrés años todos hemos estado en el corredor de la muerte, en teoría, pero ahora ha llegado la era de la apoteosis final. Un final nada glorioso". Aún quedaban 868 días de espanto.

Las cifras del cerco

- 872 días estuvo cercada la ciudad por los alemanes: del 8 de septiembre de 1941 al 27 de enero de 1944.

- 1 millón de civiles muertos en la ciudad y los barrios más próximos al centro. Casi dos millones entre civiles y militares si se incluyen los combates en toda la zona.

- 125 gramos de pan era casi la única comida diaria de la mayor parte de la población en los peores tiempos del racionamiento.

- 20 niños nacieron en la ciudad entre noviembre y diciembre de 1942, para una población que en ese momento sumaba 650.000 habitantes.

- -40º fue la temperatura que se alcanzó en la ciudad en el invierno de 1941, uno de los más crudos que se recuerdan y que causó una mortandad terrible.

- 2.000 personas fueron detenidas por canibalismo durante el sitio de la ciudad. Ya se habían dado prácticas semejantes durante la gran hambruna de Ucrania en 1933.