Pablo Gisbert: «La corrección política es el nuevo totalitarismo»

06.06.2016

Pablo Gisbert: «La corrección política es el nuevo totalitarismo»

Publicado en Las provincias

Entrevista a Pablo Gisbert, autor de Mierda bonita, en Las provincias

- Nacido en Ontinyent en 1982. En 2010, instalado en Barcelona, funda con Tanya Beyeler la compañía El Conde de Torrefiel, un proyecto escénico y vital que combina las artes plásticas con la literatura contemporánea. Colabora con La Veronal, formación de danza dirigida por el también valenciano Marcos Morau, con quien explora la palabra en relación con el movimiento. Ha publicado con La Uña Rota Ediciones 'Mierda bonita', con textos escritos para la compañía.

En el libro cuenta que en el año 2000 alquiló una habitación en Ruzafa donde había cucarachas rojas y líquidas. ¿Es verídico?Sí, sí, en la calle Zapadores. Todo el libro tiene mucho de autobiográfico aunque haya cosas que estén teatralizadas. En Valencia estudié Filosofía y vivía en ese piso junto con Marcos Morau, coreógrafo de La Veronal.

- Las cucarachas les debieron inspirar porque ambos han llevado una trayectoria laboral notable.

Nos ha ido bien, ambos somos de Ontinyent y los dos nacimos en la calle Conde de Torrefiel. El nombre de la compañía viene por eso.

- Entonces en el libro podría poner ese rótulo de telefilme 'basado en hechos reales', ¿no?

Sí, también hay historias que he robado a amigos y a veces pienso 'si se enteran...'. En general es autobiográfico. Creo que es lo más común escribiendo. Incluso Julio Verne o Asimov, escribiendo ciencia ficción, escriben desde lo autobiográfico.

- Todo está tratado con humor. Nada mejor que reírse de nuestras propias desgracias, ¿no?

El siglo XXI es el de la ironía, al contrario que el siglo XX. Estamos tan saturados de verdad frontal que la única forma de distanciarse y entenderlo es con un poco de humor. Ahora somos muy conscientes de todo al minuto y para intentar vivir es necesario ese barniz de humor.

- Estamos en un tiempo tan políticamente correcto que hay que tener mucho cuidado con qué se hace humor, ¿no?

Es peligroso. Tengo amigos mayores que piensan que si dijéramos ahora lo que decíamos en los años 80 nos meterían en la cárcel a todos. La corrección política es el nuevo totalitarismo. Yo mismo, cuando empiezo a escribir, me planteo si por lo que cuento puedo ir a la cárcel o un radical me puede poner una bomba. La corrección política está en todas las cabezas.

- Pero, por lo que se desprende del libro, no es muy nostálgico, no es de los que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor.

No. Hay que ser consciente del pasado, pero tengo que defender mi vida, mi tiempo. Ya que estamos vivos ahora vamos a intentar que sea el mejor momento. El pasado siempre lo conocemos filtrado. Voy a defender mi siglo.

- ¿Por qué se fue de Valencia?

Quería estudiar escritura o dirección y no había. Esto fue en el año 2006 y por entonces sólo había estudios de interpretacion teatral. Quería estudiar Dramaturgia y por eso me fui a Madrid. En la sala Off hicimos cosas muy interesantes y conocí a gente que luego han estado conmigo en El Conde. Ahí pillamos el temperamento, pero muchos nos fuimos porque no podíamos estudiar en la Pública lo que queríamos.

-Valencia, sin embargo, está muy presente tanto en sus montajes como en los textos del libro. En ocasiones desde un punto de vista muy crítico.

Bueno, todo el mundo sabe lo que ha pasado aquí. A mí me gustaría que fuera una tierra que no tuviera los problemas que ha tenido hasta ahora, pero hace falta limpiar y ajusticiar mucho. No creo en las soluciones rápidas como varitas mágicas. Será el tiempo el que enderece muchas de las tonterías que se han hecho. Y digo tonterías como eufemismo para no decir barbaridades.

- ¿Cuál es el verdadero éxito de El Conde de Torrefiel, convocar a tanto público o hacer siempre lo que quiere?

Me gusta mucho que venga gente, que nos conozcan. Estamos en un punto muy bueno de hacer lo que queremos, sin presión de nada. Hemos dado un paso adelante. Estamos diciendo que no a propuestas porque no se puede hacer todo. Hay que saber dónde caminar o hacia dónde ir. No quiero que El Conde de Torrefiel se convierta en una churrería. Vamos a estar en París, Berlín, Grecia y estamos ilusionados con ello. Hay que saber dónde actuar. El único sitio donde siempre digo sí es Valencia. Porque es mi casa y a la mínima que puedo me acerco para actuar o porque me han pedido ayuda para montar algo.

- No se fue y se olvidó, ¿no?

No. Yo me fui porque no había estudios de Dramaturgia. Si los dramaturgos que ahora ejercemos no volvemos y vamos avanzando pues mi casa se queda vacía. A Valencia siempre tengo que defenderla.

- Teatralmente hablando, ¿observa cambios cuando vuelve a casa?

Ha habido un cambio de mentalidad, un poco más de optimismo para empezar a crear algo nuevo. Deberían empezar a ir bien las cosas. Pero cuidado, esto puede ser una cacería por atrapar el trozo de carne que hay, porque no existe tanto público para saturarlo de contemporaneidad y nuevos pensamientos. Se debe trabajar en buscar nuevos públicos. Yo creo en los productos evolucionarios no en los revolucionarios. No me gustaría, por ejemplo, que por el cambio ahora en Valencia hubiese cuarenta festivales de teatro contemporáneo. Me parecería falso.

- El público que acude a ver montajes de El Conde de Torrefiel debe trabajar, poner de su parte. Apenas hay escenografía o música que ayude.

Uno acaba haciendo lo que le gustaría que le hicieran a él. Está pensado para que el espectador se muestre activo. Hacemos entretenimiento, pero no pasatiempo. Ir al teatro es pasarlo todos bien juntos, los que hacemos cosas en el escenario y los que están en las butacas. Quiero que el público participe, piense, ría... Y sobre todo hacer dudar, eso me gusta mucho. Siempre utilizamos espacios en blanco, como un lienzo en blanco, y a partir de ahí volcamos todo el imaginario. Pero esto ya lo hacían Shakespeare y Lope de Vega. No había castillos en 'Macbeth' o en 'Rey Lear'. Con el poder de la palabra se manipulaba la imaginación del espectador y se activaba un imaginario muy divertido. Y eso hacemos nosotros con un micrófono.