LA TESIS. Entrevista a Los Torreznos: "El ridículo es fundamental en el arte y en la vida".

06.01.2025

LA TESIS. Entrevista a Los Torreznos: "El ridículo es fundamental en el arte y en la vida".

Publicado en ABRIL (Revista Cultural de "El Periódico de España")


El dúo artístico formado por Jaime Vallaure y Rafael Lamata publica en La Uña Rota 'La Tesis', una defensa del azar y el juego en sus procesos de creación 


El dúo artístico Los Torreznos, formado por Jaime Vallaure y Rafael Lamata, en escena.

El dúo artístico Los Torreznos, formado por Jaime Vallaure y Rafael Lamata, en escena. / CEDIDA

 

El 7 de abril de 2022, Jaime Vallaure y Rafael Lamata defendieron una tesis doctoral titulada El uso del azar en la creación de sentido: el caso de Los Torreznos. Lo hicieron frente a un tribunal compuesto por Belén Gopegui, Isidoro Valcárcel Medina y Selina Blasco en la Liberis Artium Universitas, una universidad libertaria contraria al “capitalismo académico” promovida por el artista Isidro López Aparicio. Los Torreznos, esa pareja de creadores inclasificables que lleva más de treinta años “haciendo cosas con palabras” en el arte contemporáneo y la escena, comenzaron su tesis por el final, por la defensa, y descubrieron en el proceso una manera de trabajar, la suya, basada en el azar y el juego. Dos años después de su defensa, La Uña Rota acaba de publicar esa investigación con el título de La Tesis, con una cubierta radicalmente antiacadémica que simula estar manchada de grasa y, en su contra, una pregunta de Valcárcel Medina que resume en gran parte la naturaleza del texto: “¿Puede o debe una tesis descansar sobre un soporte poético? Me siento incluso tentado de responder: da lo mismo, o bien, no podrá evitarlo”.

Vinculados al arte conceptual y la performance desde hace décadas y autores de una obra crítica, cómica e irónica que explora el lenguaje y la oralidad en la que siempre generan un espacio de confrontación con la realidad, Vallaure y Lamata explicarán en La Tesis cómo hacen las cosas Los Torreznos y, más concretamente, cómo hacen Los Torreznos cosas con palabrasLa Tesis será una especie de biblia sobre cómo entiende la creación este dúo artístico especialísimo, atípico y libérrimo, en la que contarán cómo el azar ha sido un arma de descubrimiento fundamental no solo en su forma de afrontar sus procesos creativos, sino cómo el azar ha marcado profundamente su carrera en el terreno del arte contemporáneo. Para empezar, ya la formación de Los Torreznos es fruto del azar. También lo es su nombre artístico, que no recuerdan ni cuándo ni por qué se les ocurrió.

 

Cuentan Los Torreznos en su libro y en una conversación con este diario que la primera decisión que tomaron para poder escribir esta tesis fue pedir al Museo Lázaro Galdiano que les dejara trabajar en la misma sala donde tendrían que defenderla meses después. Se reunieron allí todos los martes y jueves de noviembre de 2021 a marzo de 2022 y en ese espacio pusieron en práctica su segunda decisión: hacer que su investigación fuera resultado de la acción y no el fruto de una reflexión abstracta. Vallaure y Lamata eligieron entonces 467 palabras, las escribieron en fichas de biblioteca, las barajaron, las tiraron al aire y eligieron cada vez 4 o 5 de ellas para responder a las preguntas que se estaban planteando. “Si la pregunta es cuál es el sentido del azar y te salen tomate, zapato, claraboya y peine tienes que forzar un razonamiento y una lógica con ellas, aunque a priori no tengan nada que ver con la pregunta, pero vas encontrando lazos y vínculos. Es una forma de zambullirte en la metáfora y, además, hacerlo entre dos. Ahora aparece editado en el libro, pero todo era absolutamente improvisado”, explica Rafael Lamata.

Esas palabras elegidas al azar crearán un sentido poético y desconocido, como si de pronto Los Torreznos pensaran en las cosas por primera vez y con palabras sin estrenar. Defenderán en La Tesis que una escritura sabia es una escritura colectiva. Que más allá de la línea recta está el círculo. Que la palabra inesperada es electricidad pura. Que el azar nos defiende de esos falsos espejos que siempre reflejan lo mismo. Que aprender del azar exige un gran compromiso con lo insignificante. Que no hay juego sin miedo. Que la conclusión de esta hipótesis es un puré, que trabajar con la mente abierta implica que tu cabeza ya no es una cueva, sino un sofá, y que la libertad sin azar se hace insoportable. Dirán, y esa imagen es un portento, que el azar está pidiendo a gritos una clase con niños que le abracen.

 

'La tesis'

Los Torreznos

La uña rota

188 páginas | 17 euros

 

P. ¿Cómo se abraza el azar?

JAIME VALLAURE. Yo creo que en primer lugar hay que tener mucha confianza en el azar, quitarle peso, hacerle ganar mucha ligereza y luego tener complicidad. La suerte de ser dos es que esa complicidad se tiene que dar inevitablemente porque si no, no hay avance y, sobre todo, no hay escritura y con eso como punto de partida planteas un viaje de no retorno hacia un lugar que no tiene nombre, que no tiene territorio y que tampoco tiene dirección inicial. Yo creo que para abrazar al azar hay que cerrar mucho los ojos, confiar en que no te vas a caer y en que seguramente vas a encontrar aquello que estás buscando pero que no sabes exactamente qué es. A mí me parece que en este caso es fundamental hacerlo en compañía porque el riesgo que hay que asumir es muy alto y el otro te puede ayudar a que, en un traspiés, no te caigas por la grieta o tú puedes ponerle una tabla para que él no se dé un golpe con el muro y se pueda apoyar antes. Creo que para abrazar al azar hay que creer que lo que pensamos que tiene sentido no lo tiene, y que el sentido está por debajo de esa capa que pensamos que lo tiene.

RAFAEL LAMATA. El azar en nuestro caso es una forma de construcción de una poética propia, y lo digo entre comillas porque no es de nadie, no es ni de Jaime, ni es mía, ni es de Los Torreznos. Es una poética que justamente se construye con azar y no resuelve los problemas de la vida, pero sí abre rendijas, huecos o respiraderos, y en esas situaciones de necesidad de certezas te da estas salidas que refrescan. Yo creo si lo tratas con atención, si lo empleas y lo atiendes, el azar es un sistema de refrigeración vital. Y la refrigeración no resuelve la vida, pero sí te permite seguir viviendo.

Rafael Lamata y Jaime Vallaure se conocen en 1990, en un taller de Isidoro Valcárcel Medina en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Cuatro años más tarde, estrenan su primera pieza conjunta: ABC de la Performance. Hacia el definitivo taponamiento del ombligo. Después vendrían 7 cuentos para la cárcel de Carabanchel 8 Pasos para la destrucción del Sistema Capitalista. En esos años, Vallaure y Lamata serán solo dos amigos que a veces hacen cosas juntos, pero en 1997 fundan Zona de Acción Temporal (ZAT) junto a François Wimberg, Maximiliano Lemcke y Rosella Messina en un local de Lavapiés que se convertirá en uno de esos epicentros de la actividad artística de los 90 al margen de las instituciones, un espacio autogestionado y con una programación cultural financiada en parte por sus socios que no cumplirá ni un año, pero por el que pasarán artistas como Esther Ferrer, Concha Jerez, Cristina Lucas, Valcárcel Medina, Llorenç Barber o Fernando Sánchez Castillo, entre otros muchos. La herencia de ZAT se traducirá en 1999 en la formación de Circo Interior Bruto (CIB), un colectivo que apostaba “por lo imposible, lo inesperado y la creación colectiva”. En ese contexto creativo, Lamata y Vallaure estrenarán Energía Española Normal y tras ella, La Noche Electoral, donde ya se identificarán como Los Torreznos y empezarán a definirse por un estilo propio basado en la repetición, la insistencia y la voz. Desde entonces y hasta hoy, Los Torreznos han estrenado piezas como La Cultura, El Dinero, La Realidad, El Arte o La Gente, muchas de ellas en el Teatro del Barrio de Madrid, al que volverán a mediados de diciembre. Su trabajo también se ha podido ver en museos, galerías de arte, la Bienal de Venecia o en el CA2M, que les dedicó una retrospectiva en 2014. Su último proyecto se llama Menú degustación y es un disco que acoge 24 piezas sonoras creadas a partir de recetas de cocina.

P. ¿Cuánto hay de azar en su trayectoria artística?

JV. Yo creo que muchísimo. Nosotros llevamos desde los 90 haciendo cosas y Los Torreznos, a los cuales nos referimos a veces como si fueran ellos y no nosotros, han tenido una entidad propia que les ha permitido atravesar lugares que ni Rafa ni yo, individualmente, hemos atravesado ni vamos a atravesar nunca. Ese azar puede aparecer en un lugar absolutamente inhóspito para el arte contemporáneo, con 20 personas y anodino a nivel de trascendencia, pero de ahí, de repente, acabas en la Bienal de Venecia. O, al contrario, puedes estar en entornos que son el gran altavoz del arte contemporáneo y que esa amplificación no se dé. Soportar ese ir y venir, esa diatriba, esas curvas, esos derrapajes y esas rectas durante 34 años sólo se puede hacer si uno abraza el azar. Si no, creo que uno se baja del coche y dice se acabó. Es decir, o vivimos en la incertidumbre y desde la incertidumbre construimos o estamos perdidos.

"Soportar ese ir y venir, esa diatriba, esas curvas, esos derrapajes y esas rectas durante 34 años sólo se puede hacer si uno abraza el azar"

 

P. ¿El azar también provocó que acabaran actuando en el Polo Norte?

JV. (Risas) En 2007, después de terminar el trabajo en el Pabellón español de la Bienal de Venecia, que fue un trabajo muy atípico para una bienal, se nos acercó alguna gente y un colectivo de mujeres rusas que trabajaban en la frontera con Noruega nos planteó si nos interesaba ir allí a hacer una instalación, en Kirkenes. Estuvimos en una plaza que estaba helada todo el tiempo y nos pareció fantástico. Estábamos casi antes del Polo Norte, todavía en el continente europeo, justo al final, pero aquello nos permitió estar directamente en el límite, en la frontera de lo que entendemos por Europa, y poner a prueba nuestro comportamiento torrezno, llevándolo al extremo de los grados bajo cero.

RL. Nos dieron un mono térmico de la cabeza hasta los pies, nos pusimos nuestro traje torrezno encima y estuvimos una semana grabando vídeos en la calle a 20 grados bajo cero. Visto con el tiempo es bastante impresionante.

P. Dicen en La Tesis que su fijación por el azar les ha convertido en “un elemento poco serio, poco fiable”, y eso ha sido responsable de su “poco éxito en el panorama español del arte contemporáneo”…

RL. El azar, por definición, es un material resbaladizo e imprevisible y eso, de forma permanente, es bastante incómodo. No es que cada día inventemos unos Torreznos diferentes, pero hay una parte de nuestra naturaleza que sí que tiene esa forma de responder de una forma distinta. El propio nombre de Los Torreznos o esa transformación que hemos tenido de colocarnos un poco en el ámbito más escénico y teatral, viniendo de un terreno más conceptual y de arte contemporáneo, todas esas transiciones, esos saltos... El otro día vino a vernos (el director de escena y fundador del Teatro de La Abadía) José Luis Gómez y le preguntó un amigo qué le había parecido, si le había gustado. Y no le gustó, porque claro, no es teatro, no es el texto que él defiende, no es la forma de vivir el teatro que ellos han trabajado toda la vida. Pero es que si viene a vernos la gente de la performance tradicional y ortodoxa dicen que estos son unos payasos, unos fantoches y no hay nada serio en lo que están haciendo porque se venden al público. Y en el arte contemporáneo, más de lo mismo. Algo que se llama Los Torreznos… hombre, si fuéramos guapos y jóvenes haría gracia durante un periodo. Hay gente que entra en nuestro campo de juego porque si no, tampoco aguantaríamos tanto, pero hay mucha otra gente de las instituciones, del arte o del teatro que no entran en absoluto, ni van a entrar.

P. Creo que, a pesar de todo, siguen siendo herederos de aquel espíritu de ZAT y Circo Interior Bruto, cuando se podía crear de forma colectiva al margen de la institución, algo que ahora es casi imposible

JV. Claramente son otros tiempos, pero aquellos proyectos, que fueron muy experimentales, también fueron muy marginales y poco conocidos en su momento. Como suele pasar en el arte contemporáneo, los momentos clave pasan desapercibidos en el momento en que se producen. A nosotros nos compensa seguir haciendo lo que hacemos porque nos divertimos casi siempre y nos interesa mucho pensar los trabajos porque nos siguen estimulando cerebralmente y seguimos encontrando cómplices por el camino capaces de entender que, a lo mejor, las cosas se pueden ver de otra manera. Coincido totalmente contigo en que en el momento actual la institucionalización del arte es salvaje, es prácticamente imposible sobrevivir al margen de las instituciones y si te quieres colocar ahí, tienes que tener un planteamiento vital casi diría de anacoreta. Y coincido contigo en que mucho de ese espíritu lo seguimos llevando encima para bien… y para bien.

"Aquellos proyectos, que fueron muy experimentales, también fueron muy marginales y poco conocidos en su momento"

 

P. Juguemos con las palabras, como en su libro: yo les digo algunas que tienen bastante presencia en La Tesis y ustedes me dicen qué les sugieren. La primera de ellas es el ridículo

JV. Yo creo que no hay arte si no hay ridículo porque si no haces el ridículo te empiezas a hinchar y realmente acabas siendo ridículo como un pavo, pero no te das cuenta del ridículo que estás haciendo. El ridículo, en definitiva, es esa capacidad consciente de que te sabes minúsculo, intrascendente, una nadería y desde ahí lanzas un mensaje, un pensamiento o una idea. Piensas que a lo mejor puede llegar, pero te sientes tan ridículo que, en el fondo, casi vas a pedir perdón por haberlo dicho. Yo creo que el ridículo es fundamental en el arte y también en la vida.

P. Lo público

JV. Lo público es necesario porque sin lo público solo queda lo privado y ya sabemos que lo privado no va bien. No hay más que mirar a nuestro alrededor en el mundo contemporáneo, a todos esos lugares donde solo pueden entrar determinadas personas que forman parte de ese club privado y privativo y darnos cuenta de que es un mecanismo de exclusión. Lo público nos permite abrir los ojos, dar una vuelta de 360 grados y darnos cuenta de que lo que hay alrededor lo podemos repensar con todos aquellos que nos vamos encontrando en la vida y que, en realidad, no hay nada dado y que lo que viene dado seguramente sea aquello construido desde lo público.

P. El hacha

RL. Es fruto del azar que en el libro haya aparecido tanto el hacha. Yo creo que es como una herramienta de separación, de abrir brecha, de abrir camino y limpiar. León Felipe tiene algún poema sobre el hacha como una metáfora de eso que puede despejar la maleza en la que estamos metidos. A mí también me remite mucho a la intensidad que nosotros intentamos dar a lo que hacemos para que tenga esa posibilidad de iluminar algo dentro del marasmo que nosotros mismos generamos.

P. El mercado

JV. Sabemos que el mercado está ahí y que es un lugar de intercambio. El problema es que al mercado no puedes ir con una zapatilla y llevarte una coliflor o regalar un chicle y que te den una zanahoria. Sabemos que ese intercambio no es posible. Por desgracia, el mercado está lleno de mercachifles y, entre esos mercachifles, muchas veces lo que hacemos es dar manotazos como si fueran insectos, diciendo por favor, por favor, dejadnos en paz con nuestras cosas, no nos embarulléis. El mercado es esa lámpara de Aladino que frotas y sale cualquier cosa, pero en el fondo, si lo miras, está vacío.

P. ¿Creen que ahora más que nunca estamos rodeados de mercachifles de la palabra?

 

RL. Hombre, yo creo que si encendemos la televisión, ponemos la radio o vemos el Congreso de los Diputados, es evidente. Siempre ha habido manipulación del lenguaje y de la información, pero creo que el deterioro va subiendo a unos niveles en los que ya no se sabe, en los que no tienes referencias casi de realidad. Por eso quizás el lenguaje poético, ese respiradero del que hablábamos antes, te da un asidero que, aun siendo muy frágil, es muy importante porque contrasta un poco con toda esta otra maraña tan destructiva.