Juana Dolores, sobre «Bisutería»: «Escribir bien significa escribir de manera que no puedas mentirte a ti misma».

03.11.2025

Juana Dolores, sobre «Bisutería»: «Escribir bien significa escribir de manera que no puedas mentirte a ti misma».

Publicado en Núvol - Diari Ara

Rescatamos y traducimos esta entrevista hablada y publicada en catalán en la revista "Núvol" a propósito de la publicación en edición bilingüe de "Bisutería / Bijuteria":

 

Juana Dolores: “Escribir bien es más revolucionario que escribir en catalán”

 

Clàudia Rius.

22/05/2020

La actriz Juana Dolores Romero ha ganado el 56.º Premio Amadeu Oller con el poemario Bijuteria.

Con la obra Bijuteria, Juana Dolores Romero (El Prat de Llobregat, 1992) ha ganado la 56.ª edición del premio Amadeu Oller. Procedente del mundo del teatro, Romero está interesada en la tensión entre la ideología y la belleza, y pide al mundo cultural catalán que desafíe al mercado y aproveche sus dimensiones para comprometerse con una escritura de calidad. Durante este confinamiento, Juana Dolores ha sido una de las impulsoras de Poesia viral, un proyecto artístico colectivo en línea que surge “con la voluntad de politizar poéticamente el malestar” en plena crisis sanitaria mundial por el virus COVID-19. Está previsto que la editorial Galerada publique el poemario de Juana Dolores este otoño. Esta semana abre el suplemento Faves tendres con esta entrevista de Clàudia Rius.

“Brilli brilli y barricadas.” ¿Quién es Juana Dolores?

Soy actriz y, en un país basado en la cultura de los premiados, supongo que ya puedo considerarme escritora también. Me interesa la tensión entre las ideologías y la belleza. Por eso adopto una actitud radicalmente estética, pero eso no significa que no esté politizada, y probablemente lo esté mucho más que mucha gente que va vestida de Quechua y milita en asambleas de la izquierda independentista.

Tradicionalmente parece que hemos tenido que elegir entre la lucha y la estética.

Sí. Por eso, cuando digo que me interesa la tensión entre las ideologías y la belleza, lo que hago es evidenciar una crisis existente entre política y cultura. En los espacios de militancia, las inquietudes artísticas se atribuyen a cuestiones que no están al servicio de la causa, de la sociedad, del pueblo. En cambio, en el mundo de la cultura, si eres crítica con las inercias políticas normativas y dominantes, te tachan muy rápido de panfletaria. Yo escribo porque escribir es mi oficio, porque soy escritora. Y como tal, me debo a la belleza. Pero, por otro lado, no sé vivir de otra manera que no sea apasionadamente comprometida con mi clase. Esta tensión está latente a lo largo de todo mi poemario a través de imágenes que hacen referencia, precisamente, a esa impureza que me caracteriza: nunca seré lo suficientemente justa ni lo suficientemente bonita.

¿En qué momento tomas conciencia de esta crisis?

Cuando me doy cuenta de que mi autosexualización, que a mí me empodera y me encanta, es criminalizada por ciertos feminismos y parte de la izquierda independentista de este país. Obviamente, no contemplo la opinión de los sectores conservadores, porque no me interesa ni espero nada de ellos. Pero que parte de las izquierdas continúe percibiendo a una mujer con rímel, minifalda y tacones como una víctima del machismo y la despolitización no solo es una visión muy sesgada de la realidad, sino cutre. De todas formas, quiero pensar que esta visión tan carca se está superando. Por eso tenía que publicar ya el poemario.

¿Por qué?

El proceso de escritura de Bijuteria consta de dos fases: dos años y medio en los que nada de lo que escribo me gusta, y dos años y medio más en los que empiezo a darme cuenta de que lo que escribo me gustaría leerlo. Entonces empiezo a trabajarlo con más conciencia y, por tanto, con más exigencia. Porque yo no quería publicar nada de lo que no estuviera orgullosa. No podía arriesgarme a leer mi primer poemario dentro de unos años y que me diera vergüenza. Aun así, Bijuteria es mi primer fracaso porque no he conseguido liberarme de mi feminidad y de mi feminismo. Y yo no escribo porque sea mujer. Escribo porque soy poeta, porque soy escritora. No soy ningún prototipo de poeta catalana, pero soy poeta.

¿Cuál dirías que es ese prototipo?

El prototipo de poeta catalana es una persona catalanohablante. En Cataluña se sigue escribiendo pensando que la literatura salvará la lengua, y eso provoca una falta absoluta de crítica y un exceso de premiados. Prevalece la cantidad sobre la calidad. Pol Guasch dijo en una entrevista que escribir en catalán es una posición política. Una posición política es ser castellanohablante y escribir en catalán. Y hacerlo de puta madre. Escribir bien es más revolucionario que escribir en catalán.

¿Las dos cosas no lo son?

Sí. Todo es político, es inevitable. Pero los catalanes somos unos lloricas, unos victimistas. En la literatura catalana hay toda una retórica no ya nacionalista, sino de inercias partidistas que a mí no me interesan. En un contexto donde los estudios culturales mal entendidos y mal articulados lo están tematizando y mercantilizando todo, crear y ofrecer belleza sin ninguna finalidad más allá de hacerlo es más político que nunca.

Yo no escribo poemas para salvar el catalán. Escribo poemas porque soy poeta, no porque sea independentista.

Me hace dudar que relaciones la lengua y el nacionalismo como un mal de forma general, y no la falta de exigencia concreta en la literatura catalana.

Hay una crisis del lenguaje y, en consecuencia, del pensamiento. O quizás al revés. El caso es que no sabemos ni lo que decimos, ni lo que pensamos, ni lo que hacemos. En este país no existe la crítica, por eso la exigencia literaria o artística es tan mínima. Ahora bien, yo no hablo de “nacionalismo” propiamente dicho, sino de una ideologización de la literatura. Toda obra contiene ideología, pero no toda obra es o debe ser ideológica. Quien quiera entenderme, me entenderá. Y me permitirá esta licencia semántica y retórica.

En lugar de preocuparnos por blindar la lengua, ¿por qué no nos preguntamos qué relación tiene la literatura catalana con la totalidad de su sociedad? ¿Quién se presenta a un premio de poesía catalana? La gente que es catalanohablante y que, mayoritariamente, ha crecido en un contexto socioeconómico y cultural familiar en el que sus padres le han dicho que si quería escribir un libro, podía hacerlo.

Pero no todos los catalanohablantes tienen la misma clase social.

Claro, pero yo hablo desde una periferia asfaltada. Obviamente, la mujer de la limpieza de Berga es catalanohablante. Y el mecánico también. Estoy hablando de otra realidad: la del Baix Llobregat, la del área metropolitana, la de Barcelona. Aquí las mujeres de la limpieza son andaluzas, extremeñas, latinoamericanas, negras. Evidentemente que considero la existencia de otras realidades de clase trabajadora catalana, y por eso soy independentista. Y también marxista-leninista no ortodoxa.

¿Cuáles son tus referentes?

Yo quiero ser una poeta mística, la blasfemia es pa’ feas. Me apasionan Sor Juana Inés de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Pero yo busco la poesía donde la encuentro. No exclusivamente en la literatura. Es escuchar a Albéniz o ver un directo de Beyoncé en YouTube y se me quitan las ganas de escribir para siempre. Hablar de referentes es problemático. A mí me inspiran las actitudes no políticamente correctas de muchos artistas. Como le pasa a Albert Serra y como me pasa a mí con él.

Por otro lado, Bijuteria se caracteriza por una asociación de ideas muy histérica, muy ecléctica. Y creo que este eclecticismo bebe mucho de las letras de canciones de hip-hop y de trap. Yo me descargaba por Emule las maquetas de C. Tangana —entonces Crema— y pensaba: “joder, qué envidia, qué bien escribe este tío”.

¿Crees que esta mezcla de referentes culturales ha llegado a los estamentos más asentados de la literatura catalana?

Tenemos la manía de teorizarlo todo. Y a mí eso me da mucha pereza. Y más cuando se hace sin tener ni puta idea. ¡También me río muchísimo! Durante el confinamiento, mucha gente se quejaba de que no cobraba y pedía en las redes que compráramos sus libros. Son la misma gente que ha criticado a la peña del trap acusándolos de hacer apología del capitalismo por hablar de dinero en sus letras.

¿Crees que, por una lógica natural, acabarías adaptando el discurso imperante si entrases en el sistema cultural tradicional?

Hace tiempo que acepté que no me ganaría la vida con mi obra, ya sea literaria o artística. Y lo decidí así porque no estoy dispuesta a que mi obra esté sometida a las inercias del mercado y se convierta en un producto de consumo. Evidentemente, eso implica muchas dificultades, pero estoy profundamente comprometida con mi oficio. Como artista, me debo a la belleza. A nada más. Ni al capitalismo ni al amiguismo.

Obviamente, me encantaría que mi trabajo posibilitara las condiciones adecuadas para seguir creando —ya sea otro poemario u otra obra de teatro—, pero si eso implica sacrificar algo, no lo quiero. De hecho, lo detesto. Prefiero seguir viviendo en la precariedad. Como dice Ivancano en Sacrificio y pasta II: “yo estaré giraico, pero mis valores no se tocan”.

¿Y cómo encaja esta precariedad con el hecho de estar decidida a hacer una carrera artística?

Con mucho sufrimiento. Mucha rabia, mucha frustración, poco tiempo, ansiedad, insomnio. Estabilizadores del ánimo. Pero odio la victimización, así que me responsabilizo de la situación. Como nadie me está pidiendo nada y no voy a ganar dinero, puedo arriesgarme artísticamente. Y eso es un lujo para cualquier artista. O debería serlo. Porque no todo el mundo está dispuesto a comprometerse políticamente con su oficio.

¿Por qué dices que es un compromiso político y no personal?

Porque lo personal no solo es político, sino colectivo y, por tanto, múltiplemente político. Yo estudié Interpretación en el Institut del Teatre, soy autodidacta a nivel literario y filosófico, y cuando me di cuenta de que estaba en la recta final del poemario decidí empezar a estudiar Estudios Literarios con 27 años porque no había leído lo suficiente como para escribir como quiero hacerlo.

Ninguna carrera, sin embargo, te enseña a escribir. Soy muy crítica con las escuelas de escritura. Se aprovechan de la falta de talento, porque solo las personas sin talento pueden llegar a creerse que alguien les puede enseñar a escribir a cambio de precios desorbitados. Si decidí ir a la universidad fue porque comprometerse con tu oficio también implica un acto de humildad. Necesitaba organizar el pensamiento, ordenar lecturas. Y eso es comprometerse políticamente, porque en un país donde no existe la crítica es muy fácil ir tirando. Todo el mundo te dirá “muy bien, me ha gustado mucho”. Y debemos tener cuidado, porque un país sin crítica es un país muy próximo a los sistemas fascistas.

En Cataluña, en la creación se mezcla el miedo a perder una lengua y una cultura.

Un país sin crítica puede despedirse de su lengua y de su cultura. No sé qué pasa en la poesía española ni tampoco en la sueca. Yo escribo en catalán y hablo del contexto de mi país, que es el que conozco. Pensar que tenemos que escribir para proteger la lengua nos hace ser muy indulgentes con nosotros mismos. No proteges la lengua si lo que estás escribiendo es mediocre. El mejor regalo que le he hecho a mi tierra ha sido escribir un poemario en catalán de la manera más brillante que he podido y sabido.

Eso es comprometerse con tu cultura: luchar por la calidad artística en un país donde no existe la crítica. Yo no escribo poemas para salvar el catalán. Escribo poemas porque soy poeta, no porque sea independentista.

Sobre los premios desiertos. Pensando en la persona que escribe, ¿aceptarías el argumento “Ya bastante difícil es ganarse la vida con esto, al menos que ese dinero sea para alguien”?

Eso es caridad. Y es muy condescendiente. Además, que te den un premio no significa que trabajes de nada. Si tienes suerte, el premio tiene dinero y ya está. O te pagarán por algún recital. Cuando la literatura catalana se fundamenta, básicamente, en la cultura de los premiados, no sé si ganar un premio significa gran cosa.

Parece difícil conseguir que escribir no sea un privilegio.

Es que lo es. Pero la clase trabajadora catalanohablante no se da cuenta de que hay una clase trabajadora catalana castellanohablante que está por debajo de ella. Y eso blinda la lengua catalana, y solo los frikis como yo la aprendemos y la escribimos. Pero ¿qué tipo de país queremos? ¿Queremos un país de mentira donde el catalán es la lengua oficial, o queremos el país que habitamos, que amamos y por el que luchamos, que es un país donde se habla catalán y castellano?

¡Basta de lamentarnos de la contaminación del castellano en la lengua catalana, por favor! Todas las lenguas del mundo se contaminan, todas, siempre. Me parece supercutre que todavía haya gente tan purista en este sentido, de verdad.

Los que escribimos en catalán tenemos un tesoro.

¿Aquí incluyes al mundo académico?

También, pero no solo. De hecho, yo no desprecio el mundo académico. Es evidente que la academia es una de las tecnologías de producción de pensamiento más potentes, pero yo auguro que si nos apropiamos de ella, la academia puede convertirse en uno de los pocos —si no el único— núcleos fuertes contra el capitalismo. Es así.

Por muchos poemarios que haya publicado, la poesía de Luna Miguel no interesa lo más mínimo a los profesores más brillantes que he conocido en la universidad. Y no es precisamente porque se caracterice por su carácter underground o marginal. Basta ya de famosas de mierda publicando libros de mierda. Luna Miguel, Elizabeth Duval o Joan Margarit, quien por cierto dijo que solo se puede escribir poesía en tu lengua materna.

A mí me gustaría que al lado del arte de altísima calidad también existiera un sistema comercial fuerte en catalán. Tener best sellers y youtubers y cantantes de trap.

Los que escribimos en catalán tenemos un tesoro. La lengua catalana es minoritaria, y eso implica que escribir en catalán no da dinero, no da grandes beneficios económicos. Aceptemos nuestra insignificancia y aprovechemos que, como nosotros raramente escribimos best sellers, no estamos sometidos a los intereses de ninguna editorial. Aprovechemos que somos libres de las inercias del mercado para arriesgarnos artísticamente.

Comprometámonos no solo con el contenido, también con la forma; porque la forma también está llena de ideología. Eso sí, deberíamos reflexionar sobre el papel que ocupa el catalán en las escuelas públicas de este país, en los municipios mayoritariamente castellanohablantes, de población obrera y migrante.

Mi generación está marcada por las primeras inmigraciones árabes y latinoamericanas, y la escuela pública no estaba preparada para no condenarlas a la discriminación y, como consecuencia, al fracaso escolar. Así que, con suerte, podía ocuparse del catalán. Creo que debemos hacer mucha autocrítica antes de pensar en best sellers, youtubers y cantantes de trap en catalán.

Pero precisamente por eso, culturalmente, el catalán debe llegar a otras formas más urbanas.

Ya está ahí: Bad Gyal, Pawn Gang, Crimen Pasional, 31 FAM… o SAMXSEN, que me parecen una pasada. Pero ¿a quién le damos bombo nosotros? ¿Al “Indapanden” de Bad Gyal o a Valtonyc? Hay mucha gente independentista en Cataluña, y la mayoría, ¿a quién enfoca?

El trap no interesa a la cultura catalana porque es políticamente incorrecto, la escandaliza.

Relacionado con esto, a la hora de valorar tus poemas, David Castillo —que forma parte del jurado del Premio Amadeu Oller— afirmó: “Parecen de un maestro de poesía más que de una escritora novel”.

Me pareció justicia poética. Yo quiero escribir como un hombre, con todos sus privilegios, derechos y deberes. A mí no me interesa la literatura feminista; me interesa la literatura. La literatura feminista es la novela rosa del futuro. Hay de peor y de mejor, pero es superficial.

Claro que mi poesía es feminista, porque yo soy feminista, y todo lo que haga en mi vida lo será.

¿Qué piensas de los estudios de género?

Se está tematizando la discriminación, la injusticia, la miseria. ¿En qué momento se profesionaliza la revolución? Creo que estamos en un punto de inflexión fuerte. Y no por la COVID-19, sino porque la gente, con toda la aceleración neoliberal de producir y consumir compulsivamente, no encuentra el momento de detenerse y darse cuenta de lo que está pasando, de lo que nos está pasando.

Somos una generación fracasada, pero solo siendo conscientes de ello y no dejándonos arrastrar por la capitalización de nuestras luchas y afectos podremos hacer algo con nuestro fracaso.

¿En qué punto se encuentra la poesía feminista en el sistema cultural catalán?

Hay todo este boom de visibilizar escritoras por el simple hecho de ser mujeres que me parece ridículo. Lo peor que nos puede pasar a las mujeres, a las feministas, es la discriminación positiva. Yo voy a un recital de “mujeres poetas” y de cinco salvo a una. Basta ya.

Sí, quiero escribir como un hombre, pero como artista rechazo el privilegio de la mediocridad artística que es, esencialmente, masculino. Yo puedo hacerlo igual de mal y igual de bien que un tío. Lo puedo hacer todo. No me siento identificada con esta nueva oleada de poesía feminista porque es mentira. Porque es marketing.

Ser feminista es mandar a la mierda a todos esos gestores culturales que nos quieren “visibilizar” por ser el sujeto discriminado de moda y no por la calidad de nuestra obra. Pero estamos más preocupadas por ser buenas ciudadanas que por ser buenas escritoras, y el civismo no tiene nada que ver con el arte. Mientras tanto, los hombres tienen todo el tiempo del mundo para consolidarse como autores de las mejores obras.

“Devuélveme la arrogancia del poder”, dices en uno de tus poemas. Relacionas la pobreza con la altivez y el gusto, cuando tradicionalmente se han atribuido a los ricos.

No hay nada peor que ir de pobre. El gusto hace mucho que dejó de ser burgués. Se ha democratizado pa’ lo bueno y pa’ lo malo. Y el poder, la altivez, la arrogancia, tampoco pertenecen solo a los ricos. A mí me interesa la “artistocracia” como pose, como artificio.

Quiero reapropiarme de todo aquello que, aparentemente, no pertenece a mi clase. De la misma manera que el fascismo puede ser terriblemente bello, la precariedad puede ser violentamente y escandalosamente soberbia.

Otra cosa es estetizar la lucha. Hay que ser muy bueno para estetizar la lucha sin traicionarla.

¿Y por qué te inspiras en la religión? ¿Te interesa la idea de lo todopoderoso?

No. Me interesa la incertidumbre, el misterio. Por eso no me interesa el arte ideologizado ni sus certezas. El otro día leí que Žižek, en su ensayo Pandemia, se proclamaba “ateo cristiano confeso” y me sentí muy identificada. Gran parte de nuestros mejores valores sociales y culturales son cristianos, y los estamos rechazando en nombre de no sé qué revolución, la verdad.

Lo que realmente está pasando es que los estamos sustituyendo por valores neoliberales. Nuestra sociedad está abocada a la pobreza de espíritu, a la pobreza intelectual y artística. Pero es más importante aparentar que somos muy progres. Golpe de Estado contra todos los que predican que “hay que conservar la cultura”.

¿Y si en el camino de desarrollar todo esto se pierde una cultura entera?

¿Qué significa una cultura “entera”? No hay culturas enteras o incompletas. La cultura no se puede conservar, solo se puede defender. Conservar la cultura es condenarla a la inmovilidad y, por tanto, a su desaparición.

Por ejemplo, ¿cómo “preservas” la lengua? ¿Cómo la defiendes? ¿Presentándola de manera hostil? Porque el catalán es hostil en el momento en que es endogámico, en el momento en que pretende aislarse de cualquier estímulo externo. Eso es lo que mata la lengua. Y eso es lo que nos debe dar miedo.

En tus poemas hay un amor romántico muy apasionado, casi místico.

Yo soy así. Como Lorca, tengo el alma llena de lirios. Y si lo niego, me muero. Pero el amor es un temazo y me interesa especialmente porque el amor es aquello que todas las feministas queremos, pero vamos de que no. Lo que pasa es que no sabemos amar, y no sabemos amar porque no tenemos ni idea de qué es el amor.

El amor se ha mercantilizado. Y si quieres desmercantilizarlo, tienes que hacerlo a través de la belleza, de la inteligencia, de la honestidad. No a través de discursos panfletarios o moralistas. Yo no quiero ser una buena feminista; quiero amar bien.

¿Qué significa para ti amar bien?

Ser consciente de que todo lo que hacemos está atravesado por relaciones de poder. Es decir: que no existe el amor romántico puro, igualitario y desinteresado, y que eso no lo convierte en menos amor. Yo no quiero un amor perfecto. Quiero un amor intenso, apasionado, radical, contradictorio.

Si además de feminista eres marxista, entenderás que los sentimientos también están atravesados por el capital. Pero no por eso voy a renunciar al amor, como no renuncio a escribir. No renuncio a amar, ni a escribir, ni a desear. Prefiero arder.

En tus poemas el amor no aparece domesticado.

Exacto. Me interesa el amor como pulsión, como conflicto, como política también. Como decía Pasolini: “No hay nada más político que el cuerpo”. El amor atraviesa los cuerpos y, por tanto, atraviesa la política. La feminidad, el deseo, la sexualidad… todo esto me interesa infinitamente más que las “normas” feministas.

El feminismo institucionalizado pretende normalizarlo todo: cómo tienes que amar, cómo tienes que follar, cómo tienes que vestirte, cómo tienes que hablar. Y eso es profundamente autoritario. Y feo. Y yo no quiero vivir en un mundo feo.

¿Y qué papel juega el deseo?

El deseo es lo único que nos mantiene vivos. Y nos da miedo. Porque desear es reconocer que no tenemos el control. Y eso es intolerable para un sistema neoliberal que basa su lógica en el control de los cuerpos, de los afectos, de las emociones.

Desear es subversivo. El deseo es el territorio más libre que nos queda. Y si el amor no está atravesado por el deseo, es caridad. Y yo no quiero caridad, quiero fuego.

¿Qué papel juega la estética en todo esto?

La estética es mi manera de estar en el mundo. No es un adorno, es una posición política radical. Por eso mi poesía es barroca, teatral, excesiva, impura. Porque yo soy así. No busco complacer. No quiero gustar. Quiero escribir poemas que sean más grandes que yo.

La literatura que me interesa no es moralista ni complaciente ni didáctica. Es una literatura que te atraviesa, que te hiere, que te quema. La belleza, cuando es verdadera, es peligrosa. Y eso me fascina.

¿Qué esperas que ocurra con tu poemario Bijuteria?

Nada. Absolutamente nada. No espero nada de nadie. Y eso también es libertad. No necesito likes, no necesito reconocimiento institucional, no necesito que nadie me aplauda. Lo que sí espero —y exijo— es ser implacable conmigo misma.

Quiero seguir escribiendo cada vez mejor, leyendo cada vez más, exigiéndome cada vez más. Porque el único compromiso real que tengo es con mi oficio. No con la patria, ni con el feminismo, ni con la izquierda, ni con ningún colectivo. Con mi oficio.

¿Y qué significa para ti escribir bien?

Escribir bien significa escribir de manera que no puedas mentirte a ti misma. Escribir bien significa que tu escritura te supere, que te desborde, que te avergüence un poco. Escribir bien es un acto de honestidad brutal.

Por eso creo que escribir bien es más revolucionario que escribir en catalán. Porque si escribes bien, ya estás defendiendo la lengua, la cultura y el pensamiento. Lo demás es folclore.

Epílogo

Juana Dolores habla con la misma intensidad con la que escribe: con barroquismo, rabia, inteligencia y belleza. Bijuteria, el poemario con el que ganó el Premio Amadeu Oller, es —como su discurso— una defensa feroz de la escritura exigente, de la estética como forma de subversión y de la libertad individual frente a las inercias políticas, culturales y de mercado.

En sus palabras, amar, escribir y vivir son actos radicalmente políticos, pero no porque respondan a consignas, sino porque brotan de la pasión y del deseo.

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Entrevista original

Juana Dolores: Escriure bé és més revolucionari que escriure en català, por Clàudia Rius se puede leer aquí:

https://www.nuvol.com/llibres/juana-dolores-escriure-be-es-mes-revolucio...