Shaday Larios: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

05.04.2020

Shaday Larios: 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

Publicado en TEATRO UNAM (México): 7 preguntas sobre teatro en estos tiempos que corren.

 

Instantánea

 


Shaday Larios


41 años / Ciudad de México

 

Cómo iniciaste dentro de la disciplina teatral? ¿Por qué decidiste dedicarte a ella?

Me inició la conmoción de ver actuar en el escenario a un niño de mi edad, la primera vez que me llevaron al teatro. Me contagió el deseo de comprender una forma de estar, de observar y de apropiarse de la vida, que ya nunca se me salió del cuerpo. Y eso indefinible que implicaba aprender a forjarse la fuerza de una presencia y de una escucha cabal del instante, de los otrxs, con el fin de intercambiar con un grupo social algo de la potencia aparecida en el detenimiento, es lo que me mantiene aquí, en el estremecimiento del tejido.

 

¿Qué preguntas siguen alimentando tu práctica? ¿Qué anhelos tienes por vivir dentro de las artes escénicas?

En esta forma de habitar la vida, me rige un cuestionamiento latente sobre la idea de visibilidad inseparable de su dimensión situada en un presente puntual: ¿Qué es aquello a lo que decidimos construirle un marco de visibilidad en las artes vivas, por qué, para qué, para quién, desde dónde, bajo la herencia de qué saberes, convenios, formas de aprehensión y transferencia del conocimiento? ¿Cómo transita lo que me constituye como ser político en un acto contextualizado de construcción creativa, en un acto de imaginación colectiva como lo es el teatro? 
Deseo encontrar maneras de tejer redes afectivas, de pensamiento a través de lo escénico, de lo performativo, que estén en un latido distinto al de las temporalidades e intereses que impone el mercado y fuera del condicionamiento que imprime en nuestra sensibilidad la inercia de la auto-explotación.

 

Describe tu quehacer teatral en tres palabras. ¿Qué hace de tu forma de habitar el teatro una práctica singular y distinta a las demás?

Materia, memoria, investigación. 
Colocamos la trayectoria social de la cultura material como problema, observatorio y estímulo desde el que abrir un núcleo de experiencia escénica. Los objetos como documentos, como transgresores de silencios, acompañantes subjetivos, archivos de memorias que piden encontrar su propio lenguaje y defender su capacidad de agencia.

 

¿Cuál consideras que es la importancia del teatro en este momento histórico?

Persistir en su inherencia de devolverle la experiencia del cuerpo al cuerpo. 
Recuperar la afirmación de la existencia en lo humano tangible, en la realidad vulnerable de la tez, de la voz. Defenderse como punto de fuga que nos haga sentir que el tiempo, que la vida, sí nos pertenece.

Proponer espacios para dejarnos atravesar por el sentido más digno que pueda tener la palabra ficción y con ella, reivindicar una y otra vez el juego de contrastar desde la micro experiencia algunas mentiras sociales; adentrarse ahí en esa posibilidad de ser que deserta a la saturación avasallante del mundo, etcétera.

 

¿Qué crees que debería cambiar en nuestro modelo teatral?

La autocomplacencia de los modelos económico culturales de nuestras instituciones. 
La falta de autocrítica, de autodiagnóstico, de estudio y comparativa con otras estructuras de distribución de los presupuestos, en la búsqueda de desjerarquizar unos modos de producción respecto a otros (y con ello la preeminencia de una formación educativa frente a otras, la creación de un tipo de público frente a otros), en la necesidad de redimensionar y comprender su compromiso con la dignidad y los derechos de lxs trabajdrxs del arte. 
Falta transformar también los discursos machistas dentro y fuera de los aparatos oficiales que sustentan las artes escénicas en México: más atención a la paridad de género en proyectos apoyados, más conciencia del lugar que tienen las mujeres en el contenido de las narrativas que se deciden promover, trabajar a favor de una red de cuidados incluyente, etcétera. 
Lo mismo para el plano pedagógico, en el que pienso que es urgente darle un sitio importante a la educación política, aprender a habitar el verbo “politizar” “politizar (nos)” para ser críticos con el ensimismamiento estético y con las relaciones de poder implícitas en aquello que se nos enseña.

 

¿Qué le deseas a la siguiente generación de hacedores teatrales?

Un lazo gremial vinculante, una red humana sólida que les permita crecer en términos de complejidad y respeto mutuo, más que en rivalidad, aprendiendo así de la salud del disenso. 
Apropiarse de la etimología de la palabra “teatro” para voltear a verse a sí mismos como grupo social en potencia capaz de dignificar la heterogeneidad de prácticas y posturas que la habitan.

 

Si el teatro es el arte del encuentro con el otro ¿cómo enfrentas la emergencia que vivimos ante el COVID-19? ¿Qué deseas que ocurra cuando volvamos a estar juntos?

Esta pausa me parece un impasse reflexivo para pensar y valorar qué entendemos por “el encuentro con los otros” dentro del teatro. 
No creo que “el estar juntxs en la distancia” se resuelva con promover miles de actividades culturales en línea, metiéndonos otra vez en una rutina auto-infligida que le da un sentido de ocupación, de productividad a nuestra vida. ¿Acaso buscamos el estar juntos en el teatro para potenciar este hábito de productividad, de rentabilidad de nuestras vidas? ¿Es así? 
Creo que hay una cierta calidad del acompañamiento que en el mejor de los casos proponen las artes vivas, que sin romantizarla tampoco, ha conseguido que no nos hayamos extinguido como régimen de lo sensible a pesar de todo y que va más allá de la ansiedad productiva. 
Creo también que en esta catástrofe estamos juntos de por sí, más allá de la constante necesidad de contacto físico o virtual, porque hay algo de nosotros que se vulnera y aprende de las relaciones humanas en estado de excepción. 
Lo que deseo que ocurra cuando todo se normalice es que no volvamos al cotidiano creativo simplemente como si hubiéramos hecho un reset, sino que no se nos olvide lo frágiles que somos, que hagamos memoria de esta dimensión subjetiva del estar juntxs en desequilibrio social y emocional, para preguntarnos por la calidad del acompañamiento, del espacio común que estamos proponiendo en nuestras propias prácticas.