"La Guerra Civil, dibujada para Aldous Huxley por los niños que la sufrieron", Jesús Ruiz Mantilla (El País)

19.07.2019

"La Guerra Civil, dibujada para Aldous Huxley por los niños que la sufrieron", Jesús Ruiz Mantilla (El País)

Publicado en EL PAÍS

Aparece el libro inédito en España que el autor de 'Un mundo feliz' publicó en Estados Unidos para apoyar a la República y que fue pionero en terapias psicológicas sobre traumas bélicos


Un dibujo pintado durante la Guerra Civil por la niña de 12 años Cristina Muñoz.
Un dibujo pintado durante la Guerra Civil por la niña de 12 años Cristina Muñoz.

 

Un avión es un artefacto extraño. Más a ojos de un niño. Y más todavía a ojos de un niño que sufre una guerra. Tiene, por un lado, la apariencia de un juguete desbocado por el cielo. Por otro, la evidencia de un monstruo asesino que arroja bombas desde su estómago de metal. En la Guerra Civil española fue lo que más impresionó a quienes lo dibujaron una y otra vez. Representaba la fascinación y la amenaza. Así lo pudo comprobar y lo plasmó Aldous Huxley, autor de Un mundo feliz, novelista británico comprometido con el bando republicano. El escritor se implicó a fondo en una exposición y prologó un libro —¡Y todavía dibujan!, que aparece ahora en España, publicado por La uña rota.

Huxley fue gran amigo de Juan Negrín. Le regaló en 1938, año en el que se publicó, un ejemplar del libro hasta ahora desconocido en el país que retrata. El presidente del Gobierno de la República consiguió ganarlo para la causa y el escritor respondió junto al grupo de los cuáqueros, que trató de aliviar el sufrimiento de las víctimas de ambos bandos.

Una clave fundamental de sus iniciativas fueron los niños. Hasta entonces, apenas se les había descubierto como movilizadores de conciencia en medio de un enfrentamiento armado. Las fotografías de, entre otros, Robert Capa, Gerda Taro, Cartier- Bresson o el español José María Díaz Casariego, los colocan en primer plano, junto a varios documentales de la época. “En el conflicto español, la imagen del niño como víctima inocente se desarrolla visualmente dentro de un contexto de guerra”, asegura Leticia Fernández-Fontecha, poeta e historiadora, responsable de esta nueva edición. “Es algo que antes no había ocurrido ya que no existían todavía los avances tecnológicos que lo permitiesen y tampoco se había atacado anteriormente a civiles a esa escala”.


Dibujo pintado por la niña Margarita García, de 10 años.
Dibujo pintado por la niña Margarita García, de 10 años.

 

Pero junto a las imágenes de los profesionales y los reporteros de guerra existió también otro tipo de sensibilización menos masiva aunque equiparable en impacto. Los dibujos de las propias víctimas. En gran parte de los 60 originales reunidos para este libro, esa indefensión de lo más vulnerable y desprotegido queda patente. Son los propios niños quienes ponen el foco en el abuso y el desequilibrio entre quien perpetra la masacre y quien trata de protegerse.

Nada queda a salvo: la naturaleza, los hogares, las familias, que observan y sufren un continuo acecho de las bombas y el fuego. “Los dibujos abren un espacio para la voz de los niños. Lo interesante es que, si bien la infancia se vuelve el centro de la atención mediática, a la vez se convierte en símbolo de temas que van más allá de su propio bienestar. Es decir, al utilizar a los niños para sensibilizar sobre la causa republicana o nacional, que también sucedió, se vuelven objeto de la mirada y los bandos de los adultos”, asegura Fernández-Fontecha.


Dibujo titulado Residencias infantiles.
Dibujo titulado Residencias infantiles.

 

La experta lo descubrió mientras preparaba su doctorado sobre el dolor y la infancia en la Universidad de Columbia (Nueva York). Revisó unos archivos en San Diego y ahí estaban. El papel que juega el sufrimiento de los más pequeños en la guerra española cambia el punto de vista posterior en la historia. También conduce a que la psicología, como ciencia, empiece a interesarse en analizar los traumas derivados de esa situación. Abren el inicio de un rumbo que cristaliza en la Segunda Guerra Mundial.

Cada ejemplar de ¡Y todavía dibujan! costaba un dólar que iba a parar al American Friends Service Committee. La exposición se inauguró en los almacenes Lord and Taylor de Nueva York y luego viajó a los museos de Boston y Worcester. Se trata de un material similar al que salió de una labor de campo que la psicóloga Regina Lago realizó en España. Recopiló 1.872 piezas, que también quedaron expuestas en París. No se trataba de cualquier trabajo. Fue el primero en la psicología de la época válido como terapia para que los niños expresaran sus sentimientos.

Con ellos, Lago analizó varias derivadas de las heridas psicológicas de la guerra, cuenta Fernández-Fontecha. “Pero no llega a hacer un estudio sistemático de los traumas que vivían estas víctimas”. Eso aparece después. “Durante el proceso de evacuación en la contienda europea. Psicólogos como Anna Freud o Melanie Klein analizan en profundidad los impactos experimentados por los niños ingleses y hacen una distinción importante: por un lado, el hecho de verse expuesto a la violencia y las bombas. Por otro, el trauma derivado de la ansiedad de la separación. De aquí surgen las primeras teorías sobre ese asunto”.

Para llegar ahí, por tanto, el libro prologado por Huxley resultó algo pionero: “El objetivo principal era mostrar que los niños son los más vulnerables en un contexto bélico, pero la intención del proyecto iba más allá. No sólo denunciar la situación de los menores. Pretendían abrir un espacio donde escuchar directamente sus vivencias”, asegura la poeta. Huxley, en su texto, habla precisamente de eso: “De la capacidad para reflejar las experiencias vividas y de la imaginación como último reducto de libertad”.