Escribir la enfermedad para sobrevivir a ella

07.05.2013

Escribir la enfermedad para sobrevivir a ella

Publicado en Koult

La uÑa RoTa edita por pri­mera vez en España Ebrio de Enfer­me­dad de Anatole Broyard

Koult

Afir­maba Gonçalo M. Tava­res en su último libro, Uma via­gem à Índia, que cuando nom­bra­mos una enfer­me­dad esta­mos des­cri­biendo cierta con­di­ción de sufri­miento, lo que hace de esta acción un acto lite­ra­rio antes que médico. Susan Son­tag empieza su ensayo La enfer­me­dad y sus metá­fo­ras tra­zando una clara línea divi­so­ria entre per­so­nas sanas y enfer­mas, con­vir­tién­do­nos así en ciu­da­da­nos con doble pasa­porte. Son muchos los escri­to­res que han abor­dado el tema de la enfer­me­dad y la muerte, desde Tols­toi, Kafka y Mann hasta un reciente Ser­gio del Molino, con su libro La hora vio­leta. ¿Pero cuán­tos de ellos han con­se­guido abor­darla desde un tono iró­nico y beli­coso como lo hace Anatole Bro­yard?

Con un exce­lente pró­logo del gran doc­tor neu­ró­logo Oli­ver Sacks, y la última tra­duc­ción de Miguel Martínez-Lage, Ebrio de enfer­me­dad nos sumerge de lleno en la posi­ción del escri­tor  frente a la enfer­me­dad y la muerte a tra­vés de su cán­cer. A modo de dia­rio y en un radiante dis­curso, Ebrio de enfer­me­dad recoge entre otros,  el mara­vi­lloso relato Lo que dijo la cis­tos­co­pia, que narra la viven­cia del cán­cer y  muerte de su padre. Incluso se atreve de manera bri­llante a des­cri­bir  la com­pleja rela­ción médico –paciente, dic­ta­mi­nando cómo debe­ría ser el médico ideal, poniendo en tela de jui­cio el pro­pio ofi­cio que com­bate a la enfer­me­dad y al dolor.

Bro­yard planta cara y grita, dele­trea, escupe, dice cán­cer, c-á-n-c-e-r, y no teme. Se encuen­tra anes­te­siado e inmerso en una espe­cie de abso­lu­ción con­ce­dida por su enfer­me­dad, y declara que estar enfermo o morir es en cierto modo poe­sía y una cues­tión de estilo. Basta abrir el libro para darle toda la razón. No escribe como Kafka desde el sana­to­rio allá en el abril de 1924 a un amigo diciendo “Ver­bal­mente no me entero de nada con­creto”, ni maqui­lla el cán­cer como se sigue haciendo actual­mente con la céle­bre frase: “murió tras una larga enfer­me­dad”. Por­que como escri­bía Nova­lis, lo impor­tante de una enfer­me­dad es su indi­vi­dua­li­za­ción, y Anatole Bro­yard con su prosa llena de vida y feroz con­si­gue apro­piarse de ella hasta hacerla com­ple­ta­mente suya.

Son­tag afir­maba el para­le­lismo entre lite­ra­tos y román­ti­cos con los enfer­mos de tubercu­losis, equi­vo­cán­dose de lleno, al negar esta simi­li­tud al cán­cer. Anatole Bro­yard la con­tra­dice: Ahora entiendo por qué los román­ti­cos tenían tanto afecto por la enfer­me­dad: el enfermo lo ve todo como si fuera una metá­fora. En esta fase me encuen­tro encan­di­lado con mi cán­cer. Es algo que apesta a reve­la­ción. Y es que el autor  va cre­ciendo y expan­dién­dose como la metás­ta­sis de su cán­cer con­forme vamos avan­zando en la lec­tura del libro.

Rebusco entre mis apun­tes de pato­lo­gía. Encuen­tro la sen­ten­cia: “No hay límite exacto entre salud y enfer­me­dad. No hay enfer­me­da­des, sino enfer­mos”. Sigo leyendo y deduzco  que para haya una enfer­me­dad tiene que haber una reac­ción viva al agente que la causa, lo que nos con­vierte a noso­tros en  uno de los fac­to­res impor­tan­tes e intrín­se­cos del suma­to­rio enfer­me­dad. Y vuelvo a darle la razón a Bro­yard  y a su prosa como reme­dio y declaro su escri­tura como una efi­caz inmu­no­lo­gía con­tra la enfermedad.

Muchos se pre­gun­ta­rán que para qué tanta lite­ra­tura de la enfer­me­dad, de la muerte y del dolor, para qué este pro­pó­sito y nece­si­dad  de escri­bir cuando sabe­mos que esta­mos pró­xi­mos a reci­bir el pasa­porte del lado noc­turno de la ciu­dad, como escri­bía Sontag.

El mismo Anatole Bro­yard  dic­ta­mina: “para cer­cio­rarme de que estaré vivo cuando muera”