Así en la tierra como en el infierno. «Libro excepcional»

15.01.2014

Así en la tierra como en el infierno. «Libro excepcional»

Publicado en Tanyible

M. Tracks en Tanyible

Este libro compila tres poemarios de los cinco que escribió Bernhard entre 1957 (año de Así en la tierra como en el infierno) y 1962 (cuando fue publicado Los locos. Los reclusos). El tercero en cuestión es Ave Virgilio (1959), tal vez el más significativo de los tres. Sus otros dos libros de poesía In hora mortis (1958) y Bajo el hierro de la luna (1958) podían encontrarse en el catálogo de la extinta editorial DVD desde 1998 y supongo que son ahora carne de librería de viejo. Tal vez deberíamos guardar una frase de silencio en memoria de esta decana de la poesía que hemos perdido y, tal vez, La uÑa RoTa tenga en mente hacerse con esos derechos y regalarnos una edición de la poesía completa de Bernhard. Porque, tras estos cinco libros, no publicó más versos; y digo versos, que no poesía, porque toda su obra es un monumento poético colosal. No hay empresa pequeña para esta pequeña editorial que, desde Segovia y con una humildad admirable, vienen publicando a Angélica Liddell, a Perec, a Rodrigo García, a Walser, a Brecht, a Beckett… Un catálogo impresionante para una editorial joven, que no nueva, y muy baqueteada.

En este libro excepcional, en lugar de acudir a un prólogo académico o biográfico, se prefiere abrir el volumen con una conferencia del propio Bernhard sobre Rimbaud, hermosa y terrorífica. La mirada del Bernhard sobre el francés, amén de la altura literaria de ambos, es de comprensión humana, de soledad y desamparo compartidos en cargas semejantes, de verse al principio del mismo vacío con análogo miedo a las alturas. Un introducción inmejorable desde cuya atmósfera entra uno al primer poemario y el golpe no es tan brusco, no tan hosco.

Nada que ver con Los locos. Los reclusos, segundo poemario del volumen, mucho más experimental y mucho más Bernhard (o lo que tal vez yo crea que es Bernhard). De la poesía más convencional y simbolista pasamos al diálogo entre un Bernhard más reconocible desde su narrativa posterior (aunque a pequeña escala por la brevedad de estos textos) y una poesía formal que, sin embargo, alterna sencillez e introspección. En ambos casos, ahonda en algunos de sus motivos perennes: el abandono, la muerte y la lenta destrucción del cuerpo. El diálogo entre los poemas de arte menor en tercera persona y de arte mayor en primera viene dictado por esas breves introspecciones reflexivas, creando una sensación polifónica y ruidosa de lecturas paralelas. Esa estructura casi teatral y algunos de sus versos más logrados son lo más interesante de esta sección.Porque la mirada de Bernhard se detiene únicamente sobre la muerte y la desaparición. No es exactamente un libro que podamos leer en voz alta en medio de una fiesta. Con un conjunto de motivos limitado y primario, Bernhard canta a la podredumbre: al lento desaparecerse de todo, a su  descomposición. Su universo es rural y natural, si bien la visión del terruño y de los pájaros es opuesta a una concepción idealizadora típicamente romántica. Más aún, a pesar de que la atmósfera en que forja su estilo es enfermiza y oscura, lúgubre como una derrota, sin sol, hecha de carne y huesos y relaciones familiares. Su simbolismo es primario: animal y vegetal. El recuerdo de la infancia invoca siempre la presencia de la muerte. El mundo ha sido castigado, las heridas están abiertas y llenas de polvo. La última palabra del poemario es «tumba». Uno se pregunta cómo este chico de veintiséis años, medio criado por sus abuelos, sin padre (fue gaseado), enfermo pulmonar ya de gravedad, alcanza esta voz tan poderosa y la emplea para hablar del agotamiento.

El tercer poemario, Ave Virgilio, es algo muy distinto: nada de ese cariz impostado que tienen siempre los poemas de juventud, que parecen ser demasiado conscientes de su propia presencia, nada de mera evocación, nada de jugar con distintas barajas formales. Todo esto aparece aquí no como herramienta sino integrado por fin en el estilo. Sin cambiar de tema ni de nombres, en Ave Virgilio está ahora su voz. Todo lo anterior es ya camino. Es decir, está ya Bernhard y es menos necesario escuchar lo que dice, se hace menos costoso. Sus palabras discurren por un momento distinto del lenguaje: lo que se conseguía esforzadamente es aquí un flujo natural desembocado. Nada se ha perdido. La última palabra del poemario es «lápidas». Pero nada es ahora igual. Hay una forma nueva. La voz se ha situado en ese lugar donde Bernhard es Bernhard, donde Bernhard es la enfermedad del siglo XX y su sombra se hace grande en nuestros intestinos. Ave Virgilio es el gran poema de este libro e intuyo que de este autor. Inspirado según propia declaración por La tierra baldía y, en cierto modo, escrito a su semejanza si bien se mira. Junto a él, conforma un diálogo europeo que bien harían los eurodiputados actuales en escuchar ahora que parece tan lejos de nosotros el horror que sustancia el origen de la Europa de hoy y tan cerca el horror previsible de la Europa de mañana. Bernhard cita también a Vallejo y Pound, además de Eliot, en la nota que cierra el poemario. Está todo aquí ya en el principio de su obra. Luego vendrían Corrección, El malogrado, Tala o Maestros antiguos. En estos libros de poemas, asistimos a la formación de su estilo y de sus temas.