“Un lenguaje que salga y haga su cosa”: notas para un arte de la barricada, por Carlos Bueno Vera
“Un lenguaje que salga y haga su cosa”: notas para un arte de la barricada, por Carlos Bueno Vera
“Un lenguaje que salga y haga su cosa”: notas para un arte de la barricada
Carlos Bueno Vera
La uÑa RoTa, 2016
0. Tal vez el interés del poema resida en que puede lo inestable.
El conjunto de notas que nos atreveremos a llamar texto -este texto- es, sin duda, igualmente inestable: nosotros realizaremos anotaciones a La curva se volvió barricada, cogiendo de aquí y de allí palabras, ideas que parecen asomar, para armar otro texto que pudiera, de algún modo, ponerse junto al texto poético de Ángela Segovia. No pretenderemos explicar, iría en contra de lo que el poemario propugna, pero quizá pueda este artículo, si se nos permite algún desvío, recoger un puñado de palabras conflictivas, o que preparan un conflicto que es también diálogo, para encontrar asiento a cuestiones que levanta el poemario.
Avisamos al lector de que, si no se indica lo contrario, toda cita entrecomillada proviene de La curva.
1. “Dominio”. La palabra “dominio” surge en varios momentos -no casualmente al comienzo mismo del libro-, y quizá -siempre quizá- como clave interpretativa del texto. Acudimos a ese interesantísimo (y en más de una ocasión también infame) libro llamado Diccionario de la Real Academia de la lengua española y nos encontramos con varias definiciones para la palabra “dominio”: “poder que alguien tiene de usar y disponer de lo suyo”, “poder o ascendiente que se ejerce sobre otra u otras personas”, “territorio sujeto a un Estado”, “territorio donde se habla una lengua o dialecto”, “ámbito real o imaginario de una actividad”, “orden determinado de ideas, materias o conocimientos”, “derecho de propiedad” (acepciones 1., 2., 3., 4., 5., 6., y 10. del DRAE). La palabra “dominio” utilizada por la autora, como espejo de lo que trata La curva se volvió barricada, requiere de nosotros, lectores, que atendamos todas estas acepciones que la enmarcan ya sea como poder, territorio, ámbito, orden o derecho. Porque si allí leemos “LA NOCHE NOS REGALA SUS PALABRAS / EN ELLAS LA VERDAD NO HARÁ DOMINIO”, habremos de entender también que la verdad no hará poder, territorio, orden o derecho. Y si lo hiciera, ¿no sería “esto una forma de / violencia?”
1.1. Hablaba Lyn Hejinian, poeta y ensayista norteamericana, en un artículo sobre ciertas obras poéticas de los ochenta, de una poesía que abogaba por un tipo de texto poético abierto frente a otro cerrado (“The Rejection of Closure”, 1985). A grandes rasgos, esta sencilla dicotomía entre textos poéticos describía el texto cerrado como un tipo de obra en la que sus elementos trabajan en una dirección, persiguiendo un sentido o lectura y evitando o delimitando, siempre mediante los medios formales de los que dispone el poeta, cualquier instancia de ambigüedad. Frente a él está el texto abierto, en el que se confirma que los elementos formales del mismo proponen que toda lectura está inacabada. La obra poética abierta se postula como un texto que se enfrenta, especialmente, con aquellas ideas que asociamos a la autoría (tanto en relación al autor, como en lo social, lo económico y lo cultural; esto es, contra el poder, el territorio, el orden y el derecho y su pretensión de univocidad). No existen tantos textos poéticos en el panorama español que deliberadamente se enfrenten a este dominio de la verdad, entendido como un ejercicio de sentido único en la palabra. Sin embargo, no incidentalmente, el año pasado se publicaron dos textos dignos del epíteto de abiertos: Hacía un ruido, de María Salgado (Contrabando, 2016), y el libro de Ángela Segovia.
El artículo de Hejinian insiste constantemente en que este tipo de textos abiertos se construyen siempre sobre una reflexión que aborda esta cuestión en términos formales. Consecuente con este hecho, el aspecto visual de La curva se volvió barricada incide de manera continuada en su carácter formal y visual. Si se despliegan los versos en dos o tres columnas a lo largo/ancho del papel, en una columna escorada a uno de sus lados cual fragmento en prosa o en un pie de página que es de mayor extensión que la cuestión a la que se refiere en el cuerpo del texto y las palabras se distribuyen irregularmente sobre la página, ¿qué se nos revela sobre el ejercicio de la lectura? El texto abierto de Ángela Segovia no (nos) impone una forma de leer y, al proponernos otras formas en esa disposición -subrayando su carácter intercambiable-, se reflexiona sobre la imposibilidad de una significación estable o detenida, anclada: “Donde no existe sospecha ni medid / a”. Se reflexiona, en definitiva, sobre la significación dominante.
2. “Povlación”; “lugar desos elegantes”; “Más abierta quel mar”. La desviación lingüística, reflejar el habla: “estoy pensando en la poesía como falla de la lengua.”
En el momento de escribir este artículo sobre La curva se volvió barricada, acaba de salir publicado el último poemario de Luz Pichel, Co co co u (La Uña Rota, 2017), escrito en gallego (un gallego hermosamente dubitativo y local -más local, si cabe, que el gallego de diccionario-) con una versión al castellano de Ángela Segovia. En su versión, la desviación lingüística es norma, como ocurre habitualmente en el castellano que hallamos en La curva. Como indica el excelente epílogo de María Salgado en la edición del poemario: “La operación no consiste en estabilizar una representación estereotipada de un habla que existe en el mundo, sino de hacer existir un mundo en poemas que (incluso) colaboren a la existencia de subjetividades que al leer o recibir el (efecto del) texto puedan reconocerse, desconocerse, sentirse parte, transformarse”. El arte de la barricada que nos propone Ángela Segovia es subversivo y sobre la subversión: que “salga y haga su cosa” pero a sabiendas de que conseguirá un arte que tiene que ver con el conflictivo ejercicio de representar del mundo.
Es, así mismo y por lo tanto, también un registro del mundo: el espacio de la ciudad que lo circunda o las voces que se oyen en la noche, como fundamental telón de fondo de lo poético, siempre son reconocibles en su desplazamiento. El habla se registra y su registro prueba su alejamiento de la regla. Existe un otro mundo fuera de la centralidad de la norma.
3. “Límite”, lo fronterizo; “He estado pensando que el/lo límite es un buen sitio para la poesía”.
Del libro cae una sección separada del libro, una separata que lleva el nombre de El sentido del contacto. En verdad, este folio no está ni al final ni al comienzo sino en un limbo del libro, un fuera-dentro simultáneo (que se puede pedir a la editorial y envían sin coste alguno en el caso de que la edición carezca de él). Es un texto que no tiene orden (o es un orden escurridizo e incierto) dentro del libro. Esa separata, que podría recordarnos a aquella que encontrábamos en Aporías, de Jacques Derrida (Paidós, 1998), es un texto teórico que, sin duda, es parte del texto poético llamado La curva se volvió barricada. Sin embargo, está desencuadernado de él y aparece, no obstante, en el índice del libro. Esa parte del poemario quiere dialogar de otro modo con las otras partes del libro, dialogar de un modo distinto a como dialogan entre sí las restantes secciones del poemario. Hay una excepcionalidad en esa separata -el carácter de lo suplementario parece guiarla-, al igual que la del libro de Derrida que, casualmente, trata sobre los límites de la verdad y la muerte (cuando la separata de Segovia trata del poema entendido como límite).
Aquellos folios sueltos de ambos libros juegan a hablar de sí mismos: forman parte del dominio del libro, sí, pero viven a las puertas de él, liberados del resto de hojas que conforman el tomo pero insertados en él: una existencia en el límite. Se trata de lo limítrofe como carente de territorio (estable o delimitado) o, lo que es lo mismo, el límite como compleja y borrosa línea a dibujar.
3.1. Escribe Blanchot (El paso (no) más allá, Paidós, 1994): “No soy dueño del lenguaje. Lo escucho sólo en su borrarse, borrándome en él, hacia ese límite silencioso al que espera ser reconducido para hablar, allí donde falla la presencia”. Quizá, este acto de pensar lo poético como límite sea, un acto político: “no soy dueño del lenguaje” (Blanchot) que es decir “la verdad no hará dominio”, esto es, no nos impondremos sobre la verdad que pueda tener que decir el lenguaje. Quizá, del mismo modo, situar la actividad poética en el límite sea barrer hacia el habla (“ese límite silencioso al que espera ser reconducido”, Blanchot) para alejar la norma, hablar de la excepción y mostrar la regla y la necesidad de una nueva “que escucho borrarse” (Blanchot) ya que “haré un lenguaje de despedidas, hermoso, vistoso, y nuevo, para nosotros” como dice el final de una de las secciones de La curva.
4. “Mi cuerpo está lleno de / veneno”: una reflexión sobre el centro (el yo, el cuerpo, la ciudad). “Veneno de voces al grito de un mercado de ciudad”; “su sólo caminar así, ahicito, por la ciudad / tragando voces rudas.”
De la población (povlación) a la ciudad, de la excepción a la norma, de la frontera al centro. Este texto describe el centro del dominio (verdad envenenada por una voz unívoca), la ciudad, insistentemente, y La curva, aun siendo un texto que vive en la ciudad, vive en los límites de ella -va al suburbio, vive de noche-, texto de lo limítrofe en el centro buscando el espacio de lo abierto. Este movimiento tendrá que ver con vagar en ella a una hora intempestiva: la deriva nocturna. La curva se volvió barricada, en su envés narrativo, está llena de derivas durante las cuales sabemos de conversaciones que parecen registradas con taquígrafo, para atender al suburbio y la noche frente a la ciudad y el día. O lo que es lo mismo, hacer patente la verdad tras “centro-grandeza / suburbio-rareza”, esto es, su arbitrariedad como proposición. Es más, sólo por una vida en el centro, podrán las palabras asumir y reflexionar ese “cansancio de significar” que desemboca en “la herida del silogismo”, objetivo, entre otros, del poemario.
Y si se observa veneno en las voces, habremos de “hablar un idioma secreto”. Los usos de la lengua se desplazan para hacerlos propios: y que “hagan su cosa”. Ese ha sido siempre el objeto de lo poético y es lo que ha permitido que, sujetando el poema, hablemos de algo tan específico e intransferible del mismo como es el pensamiento poético.
El número 26 de la revista Nayagua se puede bajar y leer aquí.