«No es posible vivir sin sueños, sin utopías... ése es el mensaje de Rambert en "Ensayo".» J. M. Vila

02.10.2017

«No es posible vivir sin sueños, sin utopías... ése es el mensaje de Rambert en "Ensayo".» J. M. Vila

Publicado en Diariocritico.com
 

Pascal Rambertprobablemente el dramaturgo y director francés más seguido en estos momentos, estrena en el Pavón Teatro Kamikaze ‘Ensayo’, una versión española de Répétition, su obra galardonada en 2015 con el Premio Émile Augier de Literatura y Filosofía otorgada por la Academia Francesa. El dato con el que comenzamos esta crítica no es baladí porque este montaje, dirigido también por el propio autor, está preñado de palabras, profundas e intrincadas y lúcidas reflexiones sobre el lenguaje, la comunicación, las relaciones personales, la condición humana, el teatro, la vida, la muerte, la amistad, el sexo, la creación artística…, y otros tantos temas de calado que, aunque repletos de hermosísimas metáforas (“Me hice escritor para matar tus palabras…”), y con un texto dramático perfectamente estructurado en un fascinante montaje teatral, no deja tampoco de ser filosofía. Aviso, pues, a navegantes para que no se lleven a engaño cuando decidan acudir al teatro, a ver hablar, escuchar (¡atentos también a los tres actores cuando asisten al discurso del cuarto compañero...!), evolucionar, en fin, sobre el escenario en los cuatro monólogos consecutivos de que consta este interesantísimo montaje.

Rambert ha querido expresamente volver a contar con Israel Elejalde tras el éxito de La clausura del amor, estrenada en los Teatros del Canal y repuesta más tarde en el Pavón Kamikaze, aunque esta vez acompañado de María MoralesJesús Noguero y Fernanda Orazi. Los cuatro actores interpretan a otros tantos personajes que forman parte de una compañía teatral que asisten impotentes al proceso de desintegración, no solo de la compañía en la que trabajan, sino también del grupo de amigos y amantes en los que ha devenido tanta y tan intensa convivencia.

Orazi, Morales, Noguero y Elejalde dan vida sobre las tablas a personajes que llevan sus mismos nombres -Fernanda, MaríaJesús e Isra- y mantienen un duelo interpretativo extraordinario, del que todos salen sublimados como actores. Es un placer verlos, tanto cuando adquieren el papel protagonista en los cuatro monólogos sucesivos, en los que cada uno de ellos aporta su particular punto de vista sobre su situación personal y su modo de ver la vida, y en la compañía teatral de la que forman parte, como cuando se limitan a escuchar a sus compañeros.

Todo sucede en un espacio sencillo, con unas cuantas mesas funcionales con varias sillas a su alrededor, inundadas de la luz blanca que proyectan los numerosos tubos de neón colgados a lo largo de la sala, que está delimitada por un mural también blanco al fondo, y otras dos largas paredes del mismo color en ángulo abierto a los costados. Es un sitio de trabajo, de ensayos, impersonal, casual, pero podría haber sido cualquier otro. No es eso lo que importa, sino el profundo, inevitable proceso de degradación y deterioro del grupo y eso podría haber tenido otro marco cualquiera. Pero es allí donde sucede todo: el caos, la confusión, el desbarajuste y la agitación emocional e íntima de todos los personajes, que desemboca, a su vez, en una verdadera catástrofe, una hecatombe, una tragedia, un cataclismo para la compañía.

No es posible vivir sin sueños, sin utopías por las que luchar: ése es el mensaje que subyace en el montaje de Rambert, filosóficamente muy próximo al existencialismo y al nihilismo (“…Hemos acabado matándolo todo. Hemos acabado quitándoos todo…”), aunque está también salpicado de humor recurrente que hace que el montaje no aparezca como algo plúmbeo o indigesto en ningún momento. Además, y para ser justo, hay que decir también que ese pesimismo subyacente en todo el texto está matizado por un tenue hilo de esperanza, el que destilan las últimas palabras con que Elejalde (Isra) cierra el montaje: “¡Jóvenes, levantaos, despertad…! ¡Hay que volver a empezar el mundo! ¡La historia no es como era!”.

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Imagen de cabecera: Bea López

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Ensayo

Texto, dirección y espacio escénico: Pascal Rambert

Traducción y adaptaciónCoto Adánez

IntérpretesIsrael ElejaldeMaría MoralesJesús Noguero y Fernanda Orazi