«Este es un teatro de síntomas que conecta directamente con la sociedad», por Ruby Fernández

19.10.2014

«Este es un teatro de síntomas que conecta directamente con la sociedad», por Ruby Fernández

Publicado en Koult.es

Dramaturgos y nuevas ciudades

Un artículo de Ruby Fernández |17 de octubre de 2014

 

Juan Mayorga y La uÑa RoTa

 

Crear una casa para las pala­bras, amar las mis­mas hasta con­ver­tir­las en cimien­tos. Esto es lo que Mayorga vivió en casa de sus padres. Su pro­ge­ni­tor leía en voz alta trans­for­mando los dip­ton­gos de otros en curio­si­dad y reducto de feli­ci­dad para Juan y su fami­lia. Esta y otras vici­si­tu­des fue­ron las que empu­ja­ron a Juan Mayorga a comen­zar a escri­bir, a comen­zar a sen­tir. Pode­mos decir que este por enton­ces niño expe­ri­mentó la urgen­cia de ser fiel a algo que quie­res trans­for­mar en real, en resu­mi­das cuen­tas; expe­ri­mentó la urgen­cia de escri­bir, la urgen­cia de sen­tirse acom­pa­ñado, la urgen­cia de no des­a­pa­re­cer, de que­darse en los hue­sos sin pasar frío, de qui­tarse cor­te­zas poco a poco.

Tea­tro humano este. Tea­tro palabra-idea-elipsis o cerebro-corazón– dic­ción. Tea­tro de caden­cia Kun­de­riana. Tea­tro de aco­ta­cio­nes poé­ti­cas o con exceso de tras­fondo (según los ojos que a él se enfren­ten y según el tipo de tea­tro al que haya estado expuesto a lo largo de su vida tea­tral). Es un tea­tro que bien se trans­forma invo­lun­ta­ria­mente en dis­cur­sos nove­la­dos o en aspi­ran­tes a serlo. Aden­trarse en el com­pen­dio tea­tral publi­cado por La Uña Rota es revi­si­tar una a una casi todas las bata­llas y acon­te­ci­mien­tos acae­ci­dos en la his­to­ria de la huma­ni­dad. En La tor­tuga de Dar­win, Mayorga hace un mapeo de todos ellos, sitúa en el mapa fechas, luga­res, nom­bres pro­pios y cau­sas de un mundo por recons­truir, de la memo­ria que un día fue, está siendo y será.

Si quie­ren revi­si­tar alguna bata­lla en par­ti­cu­lar, no tie­nen mas que tirar de índice. Allí se darán de bru­ces con un holo­causto no lineal (Him­mel­weg). ¿Quie­ren saber a qué sabía el sueño repu­bli­cano y la per­pe­tua idea no cum­plida del mañana vol­veré? Si es así lean Siete hom­bres bue­nos. Si por el con­tra­rio son más del periodo fran­quista, y son capa­ces de acep­tar una crí­tica sobre el tema, lean El jar­dín que­mado. No solo de bata­llas se ali­menta este volu­men tea­tral. A lo largo de sus libre­tos encon­tra­re­mos temas como el abuso, la mar­gi­na­ción, la nece­si­dad del otro para ser. Escribe sobre la nos­tal­gia y la iro­nía den­tro de una Paz per­pe­tua, sobre ten­sio­nes subli­ma­das y pasio­nes como masa madre.

Mayorga es dra­ma­tur­gia de (y en) tiempo y espa­cio (aun­que este afirme que la ver­da­dera ima­gen del pasado no se puede fijar para siem­pre). Ambas carac­te­rís­ti­cas son váli­das para estruc­tu­rar sus pie­zas. Las bata­llas, al igual que el tea­tro, son al fin y a cabo hechos socia­les lle­va­dos a escena por ‘acto­res’ y obser­va­dos por un ‘público’ más o menos activo. Los con­flic­tos, al igual que el tea­tro, exis­ten en la memo­ria del espec­ta­dor por­que los acto­res le con­vo­can y le hacen cóm­plice de sus hechos. A lo largo de estas pági­nas vemos cómo el autor sin­cro­niza el pasado y su actua­li­dad, ya que quiere que el espec­ta­dor sea tes­tigo con­tem­po­rá­neo del mismo. Con esto quiere cono­cer al espec­ta­dor que mira hacia el pasado desde el sofá del siglo XXI, y es que cuando el tea­tro se encarga del pasado, lo hace tam­bién de las demás sílabas.

Tiempo y espa­cio en parte dia­cró­nico, tiempo y espa­cio poé­tico, sen­si­ble y harto com­plejo. Tea­tro ágil, aun­que en algu­nos casos ten­dente al esta­cio­na­miento, a la pau­la­tina pérdida-cadencia de ritmo, todo ello debido (aun­que algu­nos crí­ti­cos no estén de acuerdo) al exce­sivo peso del texto en gran parte del libro. Por ello es y no un tea­tro para todos. A Mayorga no (o por lo menos no)  se debe leer/ ver sin bagaje cultural-existencial pre­vio, sin una per­cep­ción edu­cada. No diré que este autor evita conec­tar de manera directa con la socie­dad, decir eso sería des­ar­mar toda su dra­ma­tur­gia e inten­ción, lo que quiero decir es que, que­ra­mos o no, conecta con la socie­dad por medio de un campo inte­lec­tual el cual no tiene a cero sus medi­do­res aun­que este se esfuerce (y a veces lo con­siga) para que sus obras nos resul­ten (se nos anto­jen) cer­ca­nas. Al fin y al cabo quiere crear cóm­pli­ces. Quiere espec­ta­do­res orgá­ni­cos y no mecanicistas.

Mayorga ade­más de dra­ma­turgo es filó­sofo y mate­má­tico, por tanto ha de notarse en algún que otro acto (no exis­tente, ya que este dra­ma­turgo pres­cinde de los mis­mos en el tono clá­sico de la pala­bra) del libro. El ger­men de la tras­cen­den­cia intrín­seca en la vida de Mayorga crece entre las líneas de su tea­tro lle­gando al espec­ta­dor tipo (que no típico) en forma de enigma a des­ci­frar. La llave que da acceso a la tra­moya per­cep­tiva de este tea­tro sería la lla­mada ‘inge­nui­dad del ojo nuevo’ enun­ciada por Bour­dieu en su libro Campo de poder, campo intelectual.

En  Tea­tro 1989–2014 pode­mos apre­ciar un meta tea­tro que cons­truye oca­sio­nes, busca y encuen­tra tea­tro donde (en apa­rien­cia) no hay. Este es un tea­tro de sín­to­mas, el cual conecta direc­ta­mente con la socie­dad. Con este volu­men, el autor quiere reha­cer sus obras sir­vién­dose del fil­tro crí­tico de los lectores-espectadores que a él se enfren­ten, ya que este segundo fil­tro es lo que aporta ver­da­dero sen­tido al todo mayor­guiano. Aun­que en prin­ci­pio no apre­cie­mos la inten­ción del autor, el tea­tro que dis­pone ante nues­tros ojos es un tea­tro con­ver­sa­cio­nal y no por lo dia­lo­gís­tico del mismo, sino por­que Mayorga así lo quiere. Nos obliga a hablar con sus tex­tos y, por ende, a extraer con­clu­sio­nes de las elip­sis invo­lun­ta­rias que el autor expone a lo largo de las páginas.

Ben­ja­min, Le Brun y Dos­toievski son algu­nos de los férreos refe­ren­tes que pode­mos encon­trar­nos en su obra y en las imá­ge­nes dia­léc­ti­cas que esta crea. Los per­so­na­jes en Mayorga son cons­te­la­cio­nes dis­per­sas entre pasado y pre­sente que ejer­cen una cons­tante atracción-repulsión entre dos moti­vos que se pre­gun­tan. Nos encon­tra­mos ante una dra­ma­tur­gia car­to­grá­fica, pero una car­to­gra­fía nacida desde el terror, desde la vio­len­cia humana. Mayorga y el tea­tro de mapas como res­puesta a una pre­gunta que alguien se hizo, que alguien se hará. Escri­bir obras de tea­tro de este tipo es como dibu­jar un mapa, has de saber el número de datos exac­tos para no hacer invi­si­ble lo que real­mente quie­res sacar a la luz. Deci­dir que incluir y que dejar fuera es lo que con­ti­nua­mente hace una per­sona dedi­cada al teatro.

El actor escu­cha a la ciu­dad y le devuelve el mismo ruido, aun­que el tea­tro de Mayorga (como la buena dra­ma­tur­gia) divide a esta ya que pone ante sus ojos lo que no quiere ver. Esto es lo que cabe en mi-tu ciu­dad y ante ti lo pre­sento, el mapa cam­biará con tu vida. Hazlo col­gar de alguna de las pare­des que sigan en pie en tu ciu­dad, tal vez así, se derri­ben las fron­te­ras que un día cons­tru­ye­ron. Añi­cos poético-geográficos de un pasado fallido que creará la feli­ci­dad (mas­cu­lina) pre­sente, y es que Mayorga no deja muy bien a la mujer den­tro de este volu­men. En la mayo­ría de sus obras, pre­senta a una mujer vapu­leada, taci­turna y falta de pasión, la cual se res­guarda en la figura de un hom­bre mucho mas fuerte en apa­rien­cia que ella. Ejem­plo de esto son las fémi­nas de El crí­tico o de El chico de la último fila. Ambas espe­ran a su sal­va­dor sen­ta­das en un banco o en un cómodo sillón, pero espe­rán­do­los al fin y al cabo. Muje­res con voca­ción de hacerse cuerpo.

Tea­tro 1989–2014, puede resu­mirse en el apar­tado número die­ci­séis del mismo. El crí­tico: Si supiera can­tar me sal­va­ría puede con­si­de­rarse (y ha de tomarse) como una decla­ra­ción de inten­cio­nes. Aquí Mayorga hace de ver­dugo de su pro­pia pro­fe­sión y pode­mos escu­char de fondo al pro­pio autor a voz callada con­tra sus con­tem­po­rá­neos: He venido a decir lo que opino sobre el tea­tro de hoy día y sobre la manera que tene­mos de hacerlo. No me iré de aquí sin que escu­chen y la mejor manera de con­se­guirlo es mediante el tea­tro. Si tuviese que ele­gir un mani­fiesto para resu­mir y pro­lo­gar los siglos XX y XXI, no cabe duda que sería esta obra tea­tral. Nos encon­tra­mos ante la per­fecta radio­gra­fía del enfermo humano dolo­rido y mani­pu­lado. Nos alec­cio­nan desde el otro lado del espejo y esto se ve en los gol­pes que se ases­tan Volo­dia y Scarpa a modo de con­trin­can­tes den­tro de un ring. Mani­pu­la­ción no del todo invo­lun­ta­ria en un bis a bis.

En resu­men, el tea­tro de Mayorga es un tea­tro para evo­lu­cio­nar asu­miendo erro­res, y para can­tar si quie­ren salvarse.

[Imagen: ilustración de la cubierta del libro Teatro 1989-2014, de Juan Mayorga, por Daniel Montero Galán]