«El caso de "Inquieto" en la obra de Kenneth Goldsmith», por Carlos Bueno, en salonKritik

27.03.2014

«El caso de "Inquieto" en la obra de Kenneth Goldsmith», por Carlos Bueno, en salonKritik

Publicado en salonKritik

El traductor de Inquieto, el poeta y ensayista Carlos Bueno Vera, ha publicado el siguiente ensayo en salonKritik, la prestigiosa revista online de arte contemporáneo, dentro de su sección "Domingo festín caníbal": véase también aquí

[La imagen, escogida por el autor para ilustrar el artículo, pertenece a una escena de la performance, a cargo de Theo Bleckmann, que tuvo lugar durante la presentación de Fidget (el original de Inquieto, publicado en 2000 por Coach House Books) en el Museum of American Art de Nueva York el día de Bloomsday de 1998.]

Speech! Speech! ¿Quién habla? El caso de Inquieto* en la obra de Kenneth Goldsmith

por Carlos Bueno Vera | 23 de marzo 2014

 

[...] you don’t feel your mouth any more, no need of a mouth, the words are everywhere, inside me, outside me, well well, a minute ago I had no thickness, I hear them, no need to hear them, no need of a head, impossible to stop them, impossible to stop, I’m in words, made of words, others’ words, what others, the place too, the air, the walls, the floor, the ceiling, all words, the whole world is here with me [...]  

Samuel Beckett, The Unnamable

 

I used to be an artist; then I became a poet; then a writer. Now asked, I simply refer to myself as a word processor.

Kenneth Goldsmith, “Postlude: I Love Speech”

en The Sound of Poetry/The Poetry of Sound

 

            Que hable.

            En una reciente entrevista en el suplemento cultural de El País (Babelia, 15 de febrero) con motivo de la publicación en castellano de Inquieto, Kenneth Goldsmith señalaba que “hoy no escribiría nada así. Inquieto responde a una idea de literatura que aún cree en valores como la originalidad. Es un libro muy original y muy poético” en oposición a la literatura que el autor ha venido desarrollando después, escrita bajo el cuño de lo que él denomina escritura “no-creativa”. Tal vez, lo que no señala esta entrevista, es que Inquieto (Fidget, 2000) es algo más que una pieza fundacional de la obra de Goldsmith[1], es una pieza fundamental en la obra del autor tanto por su proceder como por el lugar desde el que trabaja ese proceder.

Desmadejemos un poco la anterior frase: lo que realmente cambió la percepción que Goldsmith tiene del texto no fue tanto que reutilizara palabras de otros lugares y espacios –en un reciclaje sin fin en el que cualquier acto de escritura y de habla puede ser reutilizado– sino su interés específico, y casi sin excepción en su obra, por trasladar el habla a papel[2]; además de comprometerse con la idea de proyecto cerrado de antemano en el que el mapa de lo que será el texto está decidiendo por completo su realización. Así, en el caso de Inquieto –como sucede en cualquier texto de Goldsmith–, el espacio para la pieza literaria se prepara con antelación, y dispone las directrices bajo las cuales se va a desarrollar: en el caso de Inquieto, describir todos los movimientos que del cuerpo a lo largo de un día –no un día cualquiera sino en Bloomsday, en homenaje al Ulises, otro libro que (se) ocupa (en) un solo día–. Importa, por tanto, la idea que hay tras el libro tanto como su resultado final: se sabe lo que pasará, o lo que debería pasar... hasta cierto punto.

El proyecto queda acotado pero, a pesar de ello, el habla –la voz del autor graba los movimientos con un magnetofón para luego transcribir esa grabación– en su imprevisible modular, al paso de lo que se hace, a veces se separa de lo proyectado y surgen desviaciones. Para que el texto sea fiel al experimento, para que se respeten las directrices, el autor edita la transcripción. De ese modo, la realización del texto insiste en lo que se proyectó que debía ser: sólo el cuerpo, sólo un cuerpo solo, en el espacio. Pero no nos dejemos llevar por la falacia a la que se nos invita: lo que se da en el texto no es un cuerpo en movimiento, lo que sólo se da es, en realidad, el decir de la palabra (la palabra hablada; o, mejor dicho, hablada y luego transcrita; o, todavía con mayor precisión, hablada y luego transcrita y editada) que describe ese movimiento. De hecho, es en las desviaciones incorregibles –cuando el cuerpo habla y no se puede transcribir lo dicho, o lo que dice parece que no tiene sentido– dónde queda subrayado el decir de la palabra con más insistencia: sólo hay decir, sonido avanzando en su decir. De aquí en adelante, prevalecerá el interés del autor por transcribir el habla en futuras obras, ver cómo se acumula, ver qué señala en sus posibles interpretaciones: porque pensar sus posibles interpretaciones también entra dentro de la dinámica de este modo escritural.

Que hable, [pues] que hable.

Si, en términos generales, quisiéramos reducir al máximo la estética de Goldsmith, podríamos decir que se compone de la intersección de habla, del mal de archivo y de la obligación de que la escritura sea “no-creativa”. En Inquieto resulta interesante observar que esta estética goldsmithiana no se observa todavía con todas las premisas descritas –ni las que se dan, lo hacen de manera sistemática: “es [...] muy original y muy poético”–, como sí aparecerá en piezas posteriores[3]. En Inquieto, como en Soliloquy (2001) o en Day (2003), sólo se están adivinando esas futuras reglas de la rígida estética goldsmithiana en la que quien habla se ve siempre comprometido de una manera u otra; quien habla no es el que dice ser en lo hablado; no encaja exactamente con lo hablado.

Así, la idea y la posición del autor, la idea de autoría, se ve siempre comprometida: el que habla está en una situación de equilibrio inestable. El quién, como ya hemos señalado, está al servicio del cómo, del proceso, del quid. Señalaba el traductor Miguel Martínez-Lage en el epílogo a la Carta Alemana[4] que Beckett (y resulta oportuno señalar que Beckett, junto con Joyce, es un afortunado punto de comparación para el aspecto exterior de Inquieto con respecto a su estética superficial, en contraste a esa otra estética de reglas, más profunda, que venimos describiendo) no era propiamente un escritor experimental ya que “los escritores experimentales son aquellos que no se ocupan de expresarse, de transmitir su cosmovisión o su experiencia, sino que se preocupan por la quiddidad, las leyes y las posibilidades del medio escrito. Beckett nunca ha  jugado en esa división: sus obsesiones son más ontológicas o existenciales y le han obligado a ser cada vez más selectivo, a descartar muchos de los recursos convencionales del medio escrito, por superfluos e irrelevantes”. Goldsmith sí que se preocupa de la quiddidad porque, desde la preocupación por el medio –el lenguaje, el habla–, el autor comprende que se revela no sólo lo poético y literario –en el sentido en el que Goldsmith estará interesado por lo poético y lo literario, esto es, siempre hacia una nueva forma de escritura– sino también el mundo tal y cómo él entiende que se muestra en el presente.

La preocupación por la quiddidad, el cómo, marca lo que serán los otros aspectos de la obra además de que señala el futuro de la realización de la misma. Es más, Goldsmith se preocupa hasta tal punto de la quiddidad de la obra que parece convertirse en paradigma del escritor experimental, que es ése que entiende que allá donde miramos siempre encontraremos lenguaje, velado o no, que hay que descifrar y señalar. Hay un lenguaje sobre el que trabajar y manipular; hay un lenguaje sobre el que construir. Casi, nos dirá Goldsmith, sólo hay lenguaje allá donde miremos. Entonces, la pregunta será siempre ¿cómo lo dice? y no tanto ¿qué dice? Por eso, en la misma entrevista a la que nos referíamos al comienzo de este texto, Goldsmith añade: “No se trata de leer, sino de pensar en cosas acerca de las que jamás pensamos”. Habrá incluso una pregunta ulterior a ese ¿cómo lo dice? y esta es ¿cómo es el cómo de este decir? Por eso es fundamental...

...que hable, que [desde algún lugar, alguien] hable.

Y se transcribe. Y se edita. Sucesiva, insistentemente. Pero si no se habla, no se da ninguno de esos pasos. Y dar pasos –decir que se dan pasos– es lo que hace avanzar el texto, por lo menos en Inquieto.

 

* Kenneth Goldsmith, Inquieto, trad. de Carlos Bueno Vera, Ed. La uÑa RoTa, Segovia, 2014, 159 págs.

[1] Junto con ese archivo sorprendente que es No. 111.2.7.93-10.20.96 (1997), poema en el que reúne todas las palabras que entre el 7 de febrero de 1993 y el 20 de octubre de 1996 encontró que terminasen con el sonido schwa /Ə/, el sonido vocálico más habitual del inglés.

[2] Day (2003) es de los pocos textos que no gira en torno al habla, ya que desarrolla plenamente la idea de escritura “no-creativa” al ser una transcripción de todas las palabras de un día –el viernes 1 de septiembre de 2000– del New York Times, dando lugar a un volumen de más de 500 páginas.

[3] Véase a este respecto The Weather (2005), Traffic (2007), Sports (2008) o, la más reciente, Seven American Deaths and Disasters (2013).

[4] Samuel Beckett, Deseos del hombre / Carta alemana, trad. de Miguel Martínez-Lage, Ed. La uÑa RoTa, Segovia, 2004.