El centro del mundo
- Dibujos: Ramon Sanmiquel
Tras el éxito de La casa de la fuerza (Premio Nacional de Literatura Dramática 2012) en el Festival de Otoño y en Aviñón, donde supuso toda una revolución, Angélica Liddell regresa ahora con la trilogía «El centro del mundo», un libro sobre la pérdida de la inocencia y el riesgo de crecer y llegar a ser ¿quién?
El volumen contiene tres obras tan sugerentes como intensas, Maldito sea el hombre que confía en el hombre, Ping Pang Qiu y la reciente Todo el cielo sobre la tierra (El síndrome de Wendy), en las que Liddell, con su ritmo envolvente e irreductible, practica el extraño arte de «pensar contra sí misma»..
En conjunto, El centro del mundo es un libro conmovedor sobre la pérdida de la inocencia y la desconfianza, el conflicto de la edad y el riesgo de crecer y llegar a ser ¿quién? Una venganza contra el fraude de la vida y las demostraciones de poder que consisten en la destrucción de lo bello y el exterminio del mundo de la expresión, pues «allí donde no se necesita la belleza se mata más». Pero también es un canto a la pureza de lo desconocido, a su amor imposible por China (que en mandarín, 中国, significa precisamente «el centro del mundo») y, en definitiva, a todo lo que se resiste a ser descifrado.
Maldito sea el hombre que confía en el hombre: un projet d'alphabétisation es una consecuencia directa de La casa de la fuerza. Es lo que queda después de la masacre, lo que queda tras el dolor. Y lo que queda es la desconfianza. «¿Qué camino de decepciones hay que recorrer para llegar a separarse de la idea de humanidad? –Se pregunta la autora.– ¿A cuántos tipos despreciables hay que conocer para suplicar que ya no vuelva a ser concebido un solo niño más sobre la tierra?»
En Ping Pang Qiu 乒 乓球 habla de la belleza y del exterminio del mundo de la expresión. «Precisamente porque amo China –dice Liddell–, necesitaba hablar de todo aquello que aniquila China.» Ping Pang Qiu se acabó convirtiendo en un documental. Y a su vez es un profundo acto de amor. Cuenta Angélica que «un día, antes de empezar los ensayos, Lola –una de las actrices de la compañía Atra Bilis Teatro– me dijo que estaba leyendo El libro de un hombre solo, de Gao Xingjian (Premio Nobel de Literatura). Lo compré y también empecé a leerlo. Durante los ensayos le leímos este libro prohibido por el Gobierno de Pekín a una persona china. Ping Pang Qiu son las consecuencias».
Por último, Todo el cielo sobre la tierra (El síndrome de Wendy), estrenada en el prestigioso Wiener Festwochen de Viena en 2013 y recientemente en el Festival de Otoño a Primavera de Madrid, toma como punto de partida el tiroteo sucedido el 22 de julio de 2011 la isla noruega de Utoya, cuando Anders Breivik asesinó a 69 jóvenes que tenían entre 16 y 26 años. Este trágico suceso hizo que Angélica Liddell conectara la isla de Utoya con otra isla donde la juventud también se veía interrumpida, Neverland. Aquí, la escritora se reconoce en Wendy y en su miedo a ser abandonada. Y como ella misma confiesa: «Nos volvemos cada vez más viejos, repulsivos y deprimentes, pero necesitamos ser amados».
«Es increíble la belleza que esta inconsolable mujer consigue crear con la fealdad del mundo.»
La crítica ha dicho de su teatro que es «vanguardista y político, lleno de sentido, absolutamente necesario». A propósito de esta trilogía, la crítica de Le Monde Fabienne Darge escribió: «Es increíble la belleza que esta inconsolable mujer consigue crear con la fealdad del mundo». Y según el investigador Óscar Cornago: «Liddell es acuñadora de un lenguaje teatral de dialécticas imposibles y sus producciones oscilan entre el expresionismo desgarrador, la crítica social, la pureza, la escatología y la búsqueda del significado a través del dolor y la subversión.»
Sobre la ilustración de la portada...
El diseño del libro incluye en su cubierta una ilustración con fecha original de 1894, titulada El regulador, firmada en Manresa por el bisabuelo homónimo del pintor catalán Ramon Sanmiquel, quien la ha intervenido ex profeso para la presente edición ciento veinte años después.