No escribe versos. Su único afán es suprimir el tiempo, para ello cada mañana abre la ventana y se muda de palabra. Elige un poema para el calzado y otro que le haga juego con la camisa, y si hace fresco se abriga con un poema grueso que le proteja del viento. De este modo, sale a la calle disfrazado de verso, ajeno al paso del tiempo, buscando un pretexto para vivirse por dentro